Le daba vueltas estos días a que nos hemos gastado 20 millones de euros pertenecientes a los fondos para el desarrollo y, antes, a nuestros impuestos, en pintar de colores la cúpula de la sede de la ONU en Ginebra. Se los hemos dado a Miquel Barceló, hacia al que también profeso admiración. Barceló se ha convertido, así, en el Miguel Ángel del nuevo siglo, la ONU en la Capilla Sixtina laica, y el ministro Moratinos y los contribuyentes españoles en los Sixto IV del siglo XXI. Por fin la ONU servirá para algo, aunque su utilidad tenga que ver solo con el goce estético.
Al hilo de este lamento, recuerdo (ventajas de vivir 3 vidas) que el solidario y generoso Pablo Picasso cobró de una República desarmada, en 1937, la nada despreciable suma de 250.000 francos por pintar su Guernica, (un dinerillo que hubiese ido muy bien para comprar unas cuantas balas con las que liquidar a algún generalote de Franco). Subrayo “su”, porque decir Guernica y, a continuación, decir de Picasso es nombrar una marca con sentido completo: “El Guernica de Picasso”, cuando lo que en realidad debería decirse es "El Guernica de España", o mejor, "El Guernica de la República española", que al fin y al cabo es quien lo pagó. Por la misma regla de tres hay que suponer que la cúpula de la ONU, a partir de ahora, ya no será tal porque se bautizará popularmente como la Cúpula de Barceló. Al Vaticano le salió mejor (al Vaticano siempre le sale todo mejor) porque a la celebérrima capilla se la conoce como Sixtina. Y es que un Papa es un Papa, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, el enviado de dios a la tierra. Quizá por eso se llevaba a matar con Miguel Ángel, quien se creía otro dios, más o menos inmortal.
Al hilo de este lamento, recuerdo (ventajas de vivir 3 vidas) que el solidario y generoso Pablo Picasso cobró de una República desarmada, en 1937, la nada despreciable suma de 250.000 francos por pintar su Guernica, (un dinerillo que hubiese ido muy bien para comprar unas cuantas balas con las que liquidar a algún generalote de Franco). Subrayo “su”, porque decir Guernica y, a continuación, decir de Picasso es nombrar una marca con sentido completo: “El Guernica de Picasso”, cuando lo que en realidad debería decirse es "El Guernica de España", o mejor, "El Guernica de la República española", que al fin y al cabo es quien lo pagó. Por la misma regla de tres hay que suponer que la cúpula de la ONU, a partir de ahora, ya no será tal porque se bautizará popularmente como la Cúpula de Barceló. Al Vaticano le salió mejor (al Vaticano siempre le sale todo mejor) porque a la celebérrima capilla se la conoce como Sixtina. Y es que un Papa es un Papa, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, el enviado de dios a la tierra. Quizá por eso se llevaba a matar con Miguel Ángel, quien se creía otro dios, más o menos inmortal.
A mí me parece que la especie humana anda desorientada sobre cual es , o debería ser, su dimensión real. Fue estupendo que descubriésemos, hace unos cuantos siglos, que dios no podía ser el centro de todo y que nosotros teníamos algo que decir. Pero de repente (de repente son 500 años: un pedo cósmico) nos hemos creí do los dioses y señores de todo porque hemos sido capaces de desarrollar ciertas habilidades plásticas e intelectuales; porque también hemos ido desarrollando, en paralelo y al unísono, nuestra disposición a la alabanza paleta, y porque, hay que decirlo, hay algunos ejemplos inigualables e irrepetibles en los que toda la especie se siente representada. Todo es, en conjunto, una especie de comunión de la vanidad, en la que, como Prometeo, le hemos birlado el puesto a dios y nos hemos sentado en su lugar, y nos lo hemos creído hasta tal punto que somos capaces de llevar a cabo, precisamente, disparates propios de dioses, estupideces que aumentan y multiplican nuestro ego colectivo reflejándonos en un puñado de genios a los que pagamos su habilidad de manera desproporcionada, ya sea con dinero o con la hiperbòlica y desmesurada admiración a través del tiempo. Música, pintura, escultura, cine, poemas, novelas… o cualquier otra actividad humana. Seguimos a los artistas como si fuesen sumos sacerdotes; recordamos a los matestros de la historia como a héroes clásicos, inmortales; entramos en museos como quien entra en el templo y protegemos obras de arte históricas de una manera casi ridícula, para su adoración, en medio de loas casi místicas y a costa de medidas de seguridad que nos cuestan a todos un potosí. Recordemos, si no, el terremoto mediático y la alarma mundial que se generó al rededor de los robos de “El Grito” de Munch o del Beato de Liébana; y la frustración general al saber que el Coloso no fue pintado por Goya. De ahí que un gobierno socialista y obrero - o socialdemócrata, como les gusta llamarse - no se ruborice cuando se gasta la friolera de 20 millones de euros en el encargo de una obra de arte que, por otra parte, pocos de nosotros- los que, en definitiva, la hemos pagado- vamos a poder contemplar en vivo. Este gobierno además, no solo no se ruboriza por ello, sino que se regocija y se reafirma en su decisión y llama analfabetos, insensibles y mamelucos a quienes la critican.
“Vanidad de vanidades, vanidad de vanidades, todo es vanidad” . Esta máxima se escribió por primera vez en otra creación humana, considerada texto sagrado: El Libro del Eclesiastés. La frase la suelta un tal Kohélet, el primer nihilista de la historia avant la letre. Yo ando ahora por esos derroteros nihilistas, harto de que nos demos tanta importancia, porque es el planeta quien nos sufre. Para alguien como yo, un romántico presumido que llegó a sucididarse delante del espejo y que vivió y gozó la época de la definitiva elevación del artista a los altares, no está nada mal. Paso a paso voy avanzando. Este siglo XXI está obrando milagros en mi.
CODA: Una de las dos veces que he ido al Gran Teatro del Liceo de Barcelona, unos jóvenes del conservatorio interpretaban un cuarteto de cuerda de Dvorak. Era una mañana estupenda, primaveral, alegre y, para aquellos muchachos, aquella era la mañana de su vida. Pero allí no se respiraba a fiesta; la atmósfera era, más bien, de examen oral dentro de un casino de provincias. Quien me acompañaba padecía de estornudos alérgicos producidos por el polen suspendido en el aire de la ciudad. Al tercer estornudo, un señor que se sentaba detrás de nosotros me tocó el hombro y me dijo, con un suspiro aristocrático de palabras indignadas, que invitase a mi acompañante a salir de la sala porque molestaba con sus toses. “Váyase a la mierda” le contesté, y entonces decidí aplaudir después de cada pausa, cuando se supone que no toca. Y cada vez que aplaudía, una parte del público me seguía, y éramos unas decenas aplaudiendo cuando no tocaba, y yo miraba hacia atrás y aquel tipo que amaba la cultura, la música y el arte me miraba con odio relamido, casi versallesco, mientras yo aplaudía a rabiar, y hasta silbaba y, de vez en cuando aullaba, entre movimiento y movimiento.
Vuelvo mañana
La versión libre de Monna Lisa que ilustra esta entrada la he encontrado en http://deihadarrak.blogcindario.com/2006/12/00521-pink-da-vinci.html
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6 comentarios:
Gracias por arrancarnos unas risas en esta mañana gris de temporal del norte que amenaza con aislarnos (¡ojala!)¿de todo?. Belén y Fernando
Retrogado, nihilista, masón
Viva el anarquismo!!! Es eso lo que quieres???
Asume que dios no ha muerto porque nunca existió.
Me hiciste reir frente al monitor y en la oficina. Curioso,no?Nadie se asustó del saqueo por parte de los mercenarios yankees de la Biblioteca Nacional de Bagdad,y cuanto museo se les puso a tiro,noooo....si son tan buenos que además se dedican a salvaguardar la cultura de los pueblos. Nadie habla del marfil,del oro,de los diamantes que en este preciso instante en que escribo se están contrabandeando las fuerzas de paz de la ONU en Africa.Un beso
!!Qué bien reir!! Gracias de nuevo Fiorella
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