miércoles, 13 de diciembre de 2017

Mr. Brundish



Necesitaría un nombre, pero me basta con recordar su apellido, porque se ha convertido en una referencia, en alguien a quien por fin puedo admirar abiertamente,  con orgullo, aunque únicamente lo haga dentro del pensamiento,  en el espacio que solo yo ocupo, al que nadie entra, prohibido el paso, no llame a la puerta, no marque mi número de teléfono, estoy aquí, solo, dentro de mí, pero no estoy para nadie, porque el único mundo que deseo habitar es el de los libros, Bradbury, siempre Bradbury,  quiero más de Bradbury, y Nabokov. Por favor, nada más de las hermanas Bronte.

Porque he encontrado alguien con quien soñar, con quien compartir literalmente mi creciente misantropía, la belleza de una página, la voluntad de la autenticidad, la coherencia, el desdén de lo vulgar, la intransigencia ante la hipocresía y la mentira, pero también, y sobre todo,  el amor a lo más humano, el deleite ante el arte de contar, la pasión literaria,  la búsqueda del conocimiento, el silencio, la soledad, el olor del papel. La sorpresa  ante  el hallazgo del coraje que late y persevera en una piel sencilla, transparente y humilde,  pura, radicalmente bella; ante el encuentro insospechado de un alma gemela capaz de acometer la hazaña de una heroína,  más que una simple comerciante, más que la tímida y educada proveedora de historias. 

Del mismo modo que él la encuentra,  yo le he encontrado en el centro de una historia que nunca pretendió protagonizar, porque todos sus días transcurrían en la más absoluta soledad, apartado de todo y de todos, autoexiliado en defensa  propia,  arropado entre  metáforas, símbolos, imágenes y criaturas eternas,  hasta que aparece Florence y una causa legítima, genuina y justa por la que luchar, aunque sea lo último que haga en la vida, aunque la derrota previsible llegue con el  final de la batalla, la última y única batalla por la que merece la pena tomar de nuevo las armas, la batalla por la dignidad, independientemente del lugar donde se establezca; una librería, por ejemplo.

Mr. Brundish, gracias por existir, sé que ahora no estoy solo.

6 comentarios:

ESTER dijo...

Nunca tenía que haber existido Montag. Bradbury,por supuesto.

Ester

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Y Coixet... y Penélope Fitzerald, y Emily Mortimer, y Bill Nighy... Sobre él dice la directora catalana, que "Sonríe poco. Pero, cuando lo hace, es como si el cielo se abriera".
Si no la has visto, hazlo. Es una vacuna, alimento energético, pura sensibilidad...
¡Salud !

ESTER dijo...

Lo haré

Juan Nadie dijo...

Habrá que ver esa "Librería" de Coixet.
Se agradece la recomendación.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Una gozada, Juan. Necesaria. Bella.
¡salud!

Anónimo dijo...

Ayer fui a verla y aún estoy absorta, pensando en ella. Me ha llegado al alma, sin grandilocuencias. Y qué personaje tan exquisito el de Mr Brundish. Imposible no rendirse a sus pies.