Una vez me subí en un
Mercedes, alto y largo, muy largo, de color crema. Los asientos eran de piel blanca y el volante
nacarado. Siempre estaba
impecable, encerado, limpio; brillaba bajo el sol. Solía hacer el mismo trayecto, de casa a la granja, de la granja a casa, y al
bar. Jugaba al subastado, a peseta el tanto.
Yo le veía entrar desde el futbolín, apartar las
cortinillas, bajar las escaleras como un actor, pedir un whisky y sentarse
frente al tapete verde. Mientras barajaba bromeaba con unos y otros, con su voz suficiente, grave y guasona.
Sacaba de la cartera un par de billetes y empezaba la partida. La parroquia se
arremolinaba alrededor de los jugadores. Ganase o perdiese, pagaba las
copas y enfilaba carretera arriba, hasta
la granja.
Criaba conejos. Según contaban,
llegó de América, hecho un indiano, 25 años después de marcharse del pueblo. Su
olor a Winston y las gafas de sol verdes me fascinaban.
Entramos en la granja.
Era una nave de adoquines grises. Dentro hedía húmedo, a sudor animal, y hacía calor.
Solamente se escuchaba un bisbiseo inquieto, como si dentro de sus jaulas los animales murmurasen. Tranquilo
y en silencio abasteció los bebederos, repuso pienso y recogió las crías
minúsculas que habían muerto. Eran de color rosado, transparentes, sin pelo, como fetos gaseados. Las tomó en sus manos grandes y las
introdujo en una bolsa negra de basura, que anudaba por la parte superior,
igual que si fuese un saco.
Montamos de nuevo y nos
internamos campo a través. No conectó la
radio. A los pocos minutos se detuvo junto al cráter que formaban unas rocas, un muladar, y allí dentro lanzó la bolsa. Olía mal. Quise bajar, y ver, pero me lo impidió. Encendió
un pitillo y con la primera calada miró al cielo.Los buitres formaban círculos.
Me
dicen que hace poco murió, de cáncer, o de viejo, que perdió dinero apostando a la pelota a
mano y que fue alcalde.
7 comentarios:
Este hombre te enseñó algo que aún recuerdas, y tú se lo has agradecido e inmortalizado con esta buenísima entrada. Abrazos.
Bueno, no sé si me enseñó algo, o si lo que me enseñó era muy honorable. La cosa es que era todo un personaje. Su Mercedes y él eran una misma cosa, como un centauro. Cuando se lo cambió dejó de ser quie era.
Abrazos, Loli
Un Mercedes en una granja con carroña y buitres que le sobrevuelan. Yankee de pueblo venido a más pero solitario.
Besos, Ester
Bueno, es una manera de verlo. Yo diría pueblerino venido a yankee de pacotilla, aunque América es norte y sur, y la otra mitad tiene poco glamour: cuando venían de allí parecía que habían descubierto El Dorado... pero se les acababa rápido, el oro, y las batallitas, y la sorpresa, y al final nadie sabía bien bien de qué vivían sin dar palo al agua
Besos, Ester
Bueno, como ´cantaba Pepe Isbert (creo): " Americanoooos, os recibimos con alegríaaaaa..."
¡¡Espeluznante!!
(Me ha puesto carne de gallina, ¡brrr!)
Molina, ¡cuánto me alegro de que así haya sido!
Muchas gracias
Salud
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