martes, 13 de julio de 2010

La cuchara y el bolígrafo


En el rincón más discreto del restaurante, entre tenues sombras exclusivas, cuatro hombres elegantes conversan distendidos y ríen con pretendida jocosidad aristócrata las gracias de uno y otro. El restaurante está ubicado en el centro de un polígono industrial. Es uno de esos establecimientos que cubren el segmento directivo de la geografía industrial; un restaurante para jefes, gerentes y algún que otro encargado al que de vez en cuando hay que invitar para que con los vapores del reserva cante por soleás y explique sin pudor el estado de ánimo de los empleados. Huele a colonia cara, brillan los gemelos, sobre el parqué suenan zapatos italianos y los camareros caminan muy tiesos, con las manos en la espalda.

Yo estoy comiendo muy cerca de ellos y les oigo hablar. Entre bocado y bocado describo y escribo en mi cuaderno lo que veo y lo que oigo, esto que ahora se lee. La voz de uno de ellos es especialmente grave. Posee ese tono bronceado, de buena crianza, de alguien acostumbrado a pontificar y a que nadie le contradiga; es una voz entre marcial y putañera, engominada, de casino y barrera en los toros que utilizará con especial cuidado en las noches de negocios, lejos de la santa, cuando susurre, sudoroso, al oído de una estupenda muchacha carísima, la suerte que tiene de encontrarse con un hombre como él. Una voz de whisky de malta y Winston pata negra que, por fuerza, estamos escuchando todos los comensales del local, porque resuena sobre los cristales de las ventanas como un diapasón. Pero eso le debe dar exactamente igual. Sus tres compañeros de mesa le escuchan con atención inteligente, interesada, sin dejar de mirarse, como si se estudiasen cuidadosamente cualquier gesto, una mueca, un trago tembloroso, una carcajada mal reída que delate un fastidio inconveniente, miedo o traición. “Freddy es así. Que le llamen a las 10 le toca los huevos. ¿Cómo se le ocurrió, si sabe, si le tengo dicho que antes de las 11 no se levanta ningún día? Vamos a tener que darle un toque a la niña, que es gilipollas, coño. A un cliente como Freddy…” En un momento de distracción, justo después de nombrar por última vez a Freddy, me ha sorprendido mirándole y en seguida he soltado la cuchara y he cogido el bolígrafo, y mientras me dispongo de nuevo a escribir, me siento un caballero medieval, con mis armas, la cuchara y el bolígrafo, que es como blandir la espada y esgrimir la pluma.

Ahora se escuchan risas. La secretaria es objeto de las más ocurrentes de las descripciones, etopéyicas y prosopopéyicas, relacionadas todas con sus estados menstruales, con su culo, el escote y la falda comprada en las rebajas. “Le vamos a tener que decir que se vista como dios manda, joder, que es la imagen de la empresa”, ha dicho el más solícito de los comensales para con las gracias del primero. Llega el camarero, retira los platos del postre y pregunta si los señores tomaran café. Todos asienten. “También pon unos maltas, y mira a ver si te queda por ahí alguna Breva” pide el hombre de empresa, entre exigente y satisfecho. La conversación pierde el tono jocoso y deriva hacia asuntos serios, porque el tipo adelanta el cuerpo, coloca las manos bajo la barbilla en forma de piña y sujetándose la cara con los dos pulgares dice “A ese no hay quien le tosa. No acepta ni una puta bufanda. Mira que a veces le llamo y le digo: oye, ¿Para qué hostias te has metido en política, hombre? ¡Sácale jugo! Mira que podemos hacer cosas buenísimas." Todo el restaurante lo está escuchando, seguro, sin ningún género de dudas, porque la voz del tipo suena ahora como elefante en el Liceo, pero nadie parece oír, nadie les mira. La concurrencia actúa discreta, cada cual a lo suyo. Se oye de fondo el tintineo de los cubiertos sobre los platos, golpear el hielo el cristal de las copas, el descorche de una botella de vino, alguna carcajada, y yo escribo que debe ser habitual, que quien más quien menos ha mantenido esa conversación alguna vez, en el mismo o en otro lugar. Son los negocios, las inquietudes de la savia productiva, el talento emprendedor, el impulso pionero, los avatares y la lucha constante de cada día para mantener vivo el país. “Luego viene el tío de la inspección y quiere que cuadre todo. Vamos anda, ¡Que no me jodan!” espeta antes de pedir la cuenta, firmar el ticket de la tarjeta de crédito y propinar una palmadita sobre el hombro del camarero. “Bueno, vámonos”, dice finalmente al levantarse, torpe, quejoso, prostático, mientras se enfunda la americana, virtuoso, con gran estilo, y sale por la puerta dejando tras de sí el aroma de los hombres de empresa.

Vuelvo mañana

La pregunta cae por su propio peso. ¿Qué hacía el señor en un restaurante para directivos? Yo creía que ejercía una profesión liberal y que lo suyo eran los cafés de la bohemia y las fondas del pueblo. Captar la realidad y ofrecerla al lector; denuncia social; poner de relieve las verdades y decir las cosas como son. Toda esa cantinela progre. Pero, amigo, viniendo de quien viene, del escritor mejor pagado en la historia de la literatura en lengua castellana – después de Camilo José Cela, claro- pues no tiene ningún valor. Su pluma y su cuchara son todo uno: por la pluma hacia la cuchara. Estómago satisfecho y agradecido. Amo y señor de su servicio. Esclavo de si mismo.

C.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

No seas capullo ,aquí el único esclavo que hay eres tú,pero estás tan ciego que no te das cuenta. Tu amo es un escritor que busca estímulos externos para inspirarse y en el caso este de los señorones ricos,empresarios con amantes y buenoscoches,talonarios,viajes,comisiones y comilonas,lo que hace es acercarse al ambiente que el envidia ,y creemé que le gustaría llevar esa vida de poderio. Se le nota que le gusta el poder y el dinero,una prueba es que te tiene como lacayo y esclavo. Eso sólo ocurre en la clase dominante burguesa o sea la de tú señorito. Pues sí C ,me das pena ,pero pareces más que su criado su perro fiel,y por ahí no llevas camino hacia la libertad. Eres un sanchopanza de un loco que se cree buen escritor,no te digo que en una vida anterior no lo haya sido,pero en esta es un aprendiz que se cree el sabio salomón y es un pardillo de tomo y lomo. Sigue alimentándole su ego y su locura que es lo que haces ,pero yo de tí por su bien y el tuyo le haría ver sus errores y esas actitudes que él critica tan bien,también forman parte de sus defectos. Bueno ya está bien por hoy, ya te iré aleccionando,espero que asimiles lo que te he dicho,pero me vas a volver majareta porque cada vez te entiendo menos,no se si pretendes seguir así por los siglos de los siglos o piensas cambiar de vida.Espero conocerte un poco más porque creo que algo recuperable de personalidad te debe quedar,aunque sea poco,y ese poco hay que salvarlo.

Eastriver dijo...

Unas cuantas veces habré sorprendido yo conversaciones como esa a mi alrededor. Sí, gritan, porque se saben impunes. Y al criado le digo que hoy no estoy de acuerdo con él. Uno puede ser la leche y gastarse un día los cuartos en un buen restaurante. Una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Isabel Martínez Barquero dijo...

Me he reído con ganas, Mariano, y es que clavas los modos de esta clase, de estos seres "decidentes" y de costumbres exquisitas.
Está claro que las armas de las que te vales, la cuchara y la pluma, han servido un sustancioso retrato.
Salud, amigo.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Anónimo, no te falta razón en mucho de lo que dices sobre que si soy un pardillo, que si soy un aspirante, un pricipiante, etc. Que me crea un sabio salomón ya es más discutible, pero como te va a dar igual lo que te diga, pues mejor lo dejamos

En cuanto a lo que le dices a C. ya se espabilará él contigo.

¡salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Ramon
Con C ten cuidado porque te saca las vergüenzas. Ya contestará él si quiere a lo que le dices.

¡Salud!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Isabel
Te aseguro que el tipejo en cuestión, que parece un prototipo, no hacía ni pizca de gracia. Menudo elemento. Más que de costumbres exquisitas era un necio, un Gargantúa (como el de la ilustración), un zafio y vulgar empresario como muchos que andan explotando al personal y corrompiéndolo todo.

¡salud!

C. dijo...

Vaya, y yo que creía que me iba a granjear las simpatías de todos, ahora resulta que además de ser el pringado, recibo. Pero me es igual. Mi carrera ya la tengo hecha. Creo que, visto lo visto, todos os pareceis a mi amo. Será la carnalidad, será el tiempo, será la condición (humana), pero estais cortados, todos, por el mismo patrón.
Yo, a lo mío, que es el plumero y la verdad

Belén dijo...

En un lugar parecido del east river neoyorkino dicen que se reunió George Soros con otros ínclitos proceres para decidir nuestros destinos, y hablando en términos parecidos... ¡Qué miedo!

Anónimo dijo...

C ,a mí lo que me interesa es espabilarte a tí ,tu amo me tiene sin cuidado. No sé porqué se dirige a mí cuando yo me dirijo a tí,y lo que espero es tu respuesta y no la de él. No está mal que hoy hayas hecho un comentario,ya vas perdiendo la timidez,eso me gusta. Debes ir dejando el plumero y cogiendo la pluma,ya te digo que tú lo vales y creo que eres mejor escritor que tu amo. Creo que soy la única amiga que tienes de momento,espero que con el tiempo tengas más.D.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Belen
Si, dan miedo, y frusta pensar que es este el tipo de personajes el que hoy en día tiene el reconocimiento social e institucional.
¡Salud!

Anónimo dijo...

Vale C, ya sé que no tienes amigos y al paso que vas no los vas a tener nunca pero acéptame como amiga igual que se acepta pulpo como animal de companía,así no vas a salir nunca de tu rol de esclavo,vale que no soy tu amiga,de acuerdo ,pero te quiero ayudar,te tiendo la mano y me sales por peteneras. Estas pareciéndote cada más a tu amo,a veces dudo sino sereís la misma persona y eres producto de la imaginación enfermiza de un escritor ?. D.

Carlos dijo...

He sentido una mezcla de diversión y asco. Tu retrato es clavado de lo que ciertamente pulula por los gobiernos de las empresas y cercanías (pelotas y rastreros)y que en las comidas de negocios parece salir con un brillo especial. Me han producido diversión tus certeros apuntes tan reales, pero asco y miedo también por eso mismo. No se si después de esa comida tuviste que ir al lavabo a vomitar, pero los comentarios de esta gente suelen ayudar a este tipo de reacción. Un abrazo.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Carlos, son tipos asquerosos, realmente, pero a mi una comida no me la estropea nada, o casi nada.
Los he conocido y los sufrido en propia carne, hace ya algunos años, pero sé por gente muy cercana a mi que siguen existiendo, reproducièndose, explotando, campando a sus anchas, valorados como elementos claves del sistema. Son los esclavistas de la nueva modernidad, más antiguos que el hambre
¡Salud!