miércoles, 3 de junio de 2009

La terapia


Me estoy curando. No está resultando fácil, pero con un poco de voluntad toda adicción puede neutralizarse. Padezco de realidad periodística, que es casi como estar enganchado al caballo y reducir la existencia a la voluntad diaria de recordar y realizar el trayecto hasta la casa del camello proveedor. Mi dependencia provoca lo que cualquier otra drogadicción: importantes alteraciones en la percepción del mundo; a fuerza de estar informado, un buen día la vida es, únicamente, la que aparece en un periódico, la que describe la voz entrenada de la radio, o la que vemos moverse aprisionada en el marco rectangular del televisor. De manera que los políticos y sus analistas se convierten en seres imprescindibles, lo que dicen deviene en proverbio y lo que hacen en milagro o barrabasada, según qué medio se lea, se oiga o se vea. Así es que estoy convencido de que la consecuencia más grave de esta patología mental estriba en olvidar el mundo real, lo cual es más grave que el hecho de acceder a los mundos que nos brindan.

Por si a alguien le interesa curarse de esta plaga, diré que lo primero es querer, y tener conciencia de ser drogodependiente. A mí me ayudó alguna que otra lectura. Un antídoto que funciona está basado en una fórmula patentada por Norman Mailer. La encontré casualmente, hace algunas semanas, en mi vieja libreta de citas, años después de leer ‘El parque de los ciervos’: “Los periodistas viven obsesionados en descubrir hechos reales a fin de poder contar una mentira; contrariamente, el novelista se somete a la esclavitud de su dueña y señora, la imaginación, con el fin de descubrir la verdad”. Por eso, ahora, como todo enfermo que disciplinadamente sigue los dictados del médico, voy cambiando paulatinamente de hábitos, sin prisas, sin traumas, paso a paso. Por ejemplo, de lunes a viernes, a primera hora de la mañana, y en lugar del periódico, leo la novela que en ese momento tengo en danza. De ese modo entiendo mejor lo que me ocurre a lo largo del día. Cuando viajo en mi coche ya no escucho ni diarios hablados, ni boletines informativos ni tertulias; escucho música. Esta semana estoy disfrutando con el último disco de Elvis Costello; su voz de chopo, a veces desafinada, me acompaña en los largos atascos y me incita mirar a un lado y a otro, y entonces veo los rostros de los conductores, y así puedo llegar a intuir con bastante precisión, cómo va el mundo. Al llegar a casa miro la televisión (todavía miro la televisión) pero ya no sigo la programación habitual; ahora veo una película, que se parece un poco a leer una novela. Se podría decir que una buena película es la metadona de mi drogodependencia: ayuda.

Es difícil salir de la rutina en la que se agazapa esta adicción, aunque a medida que pasan los días se nota mucho la mejoría y uno empieza a ver las cosas como son. Lo más duro son los fines de semana, deshacerse del ritual del periódico, del café con leche y de la terracita preferida a primera hora de la mañana. Yo estoy poniendo en práctica un truco. Me lo compro, lo abro con cuidado, como si de verdad fuese a leerlo, y aunque inclino la cabeza en dirección al papel, salto con la mirada hacia afuera y observo la vida discurrir a mi lado. El pasado sábado, sin ir más lejos, la pelotita de plástico que pateaba con ganas un pequeño Messi se escapaba cada dos por tres a la calzada y el niño corría tras de ella por muchos gritos que mamá profiriese mientras charlaba animadamente a través del teléfono móvil. Una, dos, y hasta tres veces mamá abroncó al pequeño vestido del Barça, pero éste, aprovechando que su progenitora se desahogaba con la amiga a base de razonamientos vocingleros, pataleaba nuevamente la pelotita, que iba a parar, sin remedio al medio de la calle. Hasta que ocurrió lo que el camarero y yo habíamos predicho en nuestros silencios particulares. El conductor de un gran todoterreno que circulaba despacio por el mismo lugar no respetó la regla no escrita que aconseja frenar delante de una pelota, porque si una pelota rueda, detrás viene el niño. Así es que con absoluta tranquilidad, sin perder apenas el paso, el vehículo siguió adelante, con tal mala fortuna que el peso colosal aplastó el esférico de juguete como un elefante aplasta una nuez. Pensé que el coche se detendría y que el conductor bajaría para consolar al pequeño y para pedir disculpas a la madre; e incluso llegué a imaginar que aquel era el momento en que mamá conocía a un hombre nuevo y que allí nacería un bello romance, porque el propietario del lujoso coche les llevaría a los dos a comprar un balón de reglamentario homologado por la FIFA y mamá quedaría totalmente rendida a sus pies. Pero ni siquiera supimos si el chófer era hombre o mujer porque el vehículo vestía cristales tintados, y por supuesto no se apeó, así es que su huida parsimoniosa del lugar de autos me produjo la misma sensación extraña que al niño, que se quedó totalmente paralizado, helado, con su carita de horror contenido, los ojos como platos, la mano en la boca, cuando oyó el estruendo hueco de la explosión y cuando intentaba, al poco, entrever o vislumbrar quien se escondía tras la oscuridad del cristal sin llegar a entender por qué no paró y por qué no frenaba. Yo pensé que alguno de los que fuimos testigos del hecho comentaría o diría algo, algún improperio, alguna crítica, aunque fuese ya en ausencia del misterioso caballero negro, pero la media docena de persona que allí estábamos nos limitamos a observar como mamá cogía de la mano al niño y se lo llevaba de aquel lugar. El niño sabía que les observábamos y al pasar justo al lado de la terraza del bar levantó la cabeza en un gesto de dignidad adulta mientras nos miraba de reojo. Mamá seguía hablando a voces. Le di el último sorbo al café y me marché. Ya estaba informado para todo el día, convencido de la efectividad de la terapia que estoy siguiendo y con ánimos para el domingo, el día más duro.

Vuelvo mañana

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial...

NENA dijo...

Antes que nada,sobre lo de la madre, no me extraña nada esa situación. Como diría uno que yo me sé, y yo también lo digo: "....i la mare amb el cony arrofaixat a la cadira!...!. Soy madre(y tú lo sabes)y no es fácil, pero uno no tiene el título de padre cuando te entregan al hijo recién nacido en el hospital. Cuando ya lo has mirado, le has oido llorar y has comprobado que lo tiene todo(brazos,piernas,nariz...)te aparece la reflexión que creo es la más importante que un padre debe hacerse: "A ver Ester(en mi caso), esta niña es para toda la vida, no es una muñeca que se coge y se deja cuando te apetezca...". Si esto se tiene claro, situaciones como la que viviste tendrían que ser las mínimas, pero desafortunadamente, es muy fácil y rápido echar un polvillo y luego regañar al crío cuando juega en la calle. A ver, y ni yo ni Bep somos padres perfectos! Ni ganas! Hay que tener fallos para dar emoción a la vida y aprender de los fallos; pero hay situaciones que no las puedo entender...

El pobrecito hablador del siglo XXI dijo...

La madre, el pequeño Messi, el caballero negro, los parroquianos del bar... son ejemplos de la realidad cotidiana. Todos formamos parte de ella, y la hacemos cada día, por mucho que los medios se empeñen en esconderla o en ofrecerla en un paquete con lazo, o bajo aspectos, formas, y maneras interesadas

Belén dijo...

Vas por el buen camino, está claro; a mí me pasaba casi como a tí (y eso que la LECTURA es una de mis PASIONES) con el agravante de que no discriminaba demasiado lo que caía en mis manos... aunque hoy mi filtro es de poro algo más fino, al respecto de "los medios de comunicación", aprendí tras leer (¡leer!) un pequeñito ensayo que escribieron al alimon Noah Chomsky con Ignacio Ramonet... que realmente "nos venden la moto"... con lo que (creo) ahora soy algo más ¿crítica?... En fin, "sólo sé que no sé nada"...
Besotes

El pobrecito hablador del siglo XXI dijo...

Chomsky y Ramonet son dos grandes de la subversión, así es que ¡benditos sean!. Otra canción cantaríamos si solo el 1% de los que se llaman intelectuales actuase, por aproximación, como ellos

Ana Rodríguez Fischer dijo...

¡Ay, soñador!
Un suceso similar, pero con resultado más dramático por la sonrojante inversión de las secuencias, nos llevó en casa a modificar el seguro del hogar, dado que al parecer un conductor que llegó a atropellar al niño de la pelota...
Me niego a reproducir el absurdo.
Por lo demás... apenas leo los periódicos, pero me entrego con pasión a los crucigramas, que proponen enigams tipo: Curva (tres casillas), La filmó buñuel, él solito (dos casillas).
Esta es fácil. ¿Pero y lo de "No te duermas que estos te quitan el puesto?"
¡Inquietante!

El pobrecito hablador del siglo XXI dijo...

Profesora, hoy buscaba en su blog una nueva entrada y me he llevado una gran alegría. No sabe usted hasta qué punto. ¡Gracias!

Ana Rodríguez Fischer dijo...

?

NENA dijo...

JL,dices que los periodistas se obsesionan en descubrir hechos reales para poder contar una mentira; para Picasso: Los periodistas son quienes reparten zizaña en la vida moderna.
Estoy de acuerdo en las dos acepciones, pero sin generalizar. Como en todas partes, hay buenos y malos, mejores y peores...no podemos meter a todos en el mismo saco. Para mí, hay diferencia entre el que informa sobre el terreno acerca de una guerra (José Couso y muchos otros...)y pierde la vida, a aquél que cuenta si la famosa de turno se ha comprado una lavadora nueva......y todos son periodistas! o no?

El Pobrecito Hablador del Silgo XXI dijo...

Lo dice Norman Mailer, aunque yo estoy totalmente de acuerdo. El periodista 'cañero', es un lugar común que forma parte del mito del oficio. Y Picasso, perdona , me merece poca credibilidad y nula autoridad moral.
El periodista, bajo mi punto de vista, es, en general, un proletario al servicio de una empresa dirigida por magnates con intereses espúreos que se vale su gran poder de influencia para presionar a los supuestos representante del pueblo, y hacer y deshacer a discreción. Y esto no es de ahora: La Guerra de España contra los EE.UU por la Isla de Cuba fue planificada desde un emporio mediático. Héroes como Couso hay pocos y la mayor parte de sus crónicas son tergiversadas, manipuladas y postproducidas según la conveniencia; o la coyuntura, como diría, por ejemplo, Cebrián. En fin, es mi opinión, quizá un tanto radical, pero así ando.

fiorella dijo...

La terapia la aplico cuando me satura el exceso de des-información,llamada conmumente información. Ahora, la única manera que tiene un periodista de mantenerse independiente es juntarse con otros como él y fundar el medio en cuestión, sea revista,diario,semanario,etc...Hoy es casi imposible hacerlo dado la manera de vender el papel, el costo del mismo y la publicidad. Si el medio es radial o televisivo ni hablar.Ramonet me encanta, Chomsky también....también los dosifico por lo anterior.
Me gusta ver lo que me rodea sin tanto barullo mediático, pisar la tierra...Un beso

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Totalmente de acuerdo Fiorella. Salud