Hay quien todavía duda de mi identidad, y es una pena, porque no encuentro la manera de provar que, efectivamente, vengo del tiempo, que vivo mi enésima vida, que una noche invernal de alcohol y desengaño, de hartazgo del mundo y de mí mismo, me descerrajé un disparo en la sien y mi cuerpo acabó tendido en el suelo frío del número 2 de la calle Santa Clara.
Y hay quien duda de Dolores. Deseé a Dolores desde el día en que la vi. Nos miramos, nos hablamos y nos besamos, y poco después nos amábamos a tumba abierta, bajo el cielo oscuro, desnudos ante el mundo, ansiosos, porque de alguna manera éramos conscientes de los días y las horas.
La verdad es que me dan igual las dudas de unos y otros. Ya lo dijo Don Quijote: "Yo sé quien soy". Y basta. Quiero decir que es la última vez que justifico mi existencia. Vaya!! Parece que la immortalidad imprime carácter.
(No se me olvida la canción de la gaviota y el olor a resina de pino, y el verano cálido con sus lunas, y los niños gamberreando alrededor, y el miedo a los ruidos nocturnos, y un amanecer nevados, helados, y el bosque blanco, y yo temblando como una hoja... Dolores )
Vuelvo mañana
1 comentario:
Afortunado, sólo unos pocos son los elegidos para disfrutar de la suficiente humildad que les permite reconocerse.
Crees que podría descubrirme en el reflejo de tus textos?
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