La democracia en las universidades públicas es un mantra que a base de cantar todo el mundo se cree. La letra del mantra dice que la elección de rector, decano o director se realiza por sufragio universal entre toda la comunidad universitaria, pero esto es radicalmente falso. El sufragio en la universidad es censitario, como en la Inglaterra del siglo XIX, como lo ha sido siempre en el Vaticano o cómo era en la Atenas clásica. Era el voto con una supuesta calidad, en función de criterios supremacistas.
En la universidad pública no se cumple la máxima democrática de un voto, una persona. El voto del profesorado a tiempo completo se pondera con el 51% del valor total. El valor del voto del resto de miembros de la comunidad se distribuye en un 14% para el profesorado a tiempo parcial, el 24% para los estudiantes y el 11% para el Personal Técnico de Gestión, Administración y Servicios (PTGAS).
No hay ninguna voluntad de cambiar esta realidad bajo la coartada del artículo 51 de la Ley de Universidades (LOSU), que si bien habla de ponderación, no indica en qué términos debe ponderarse y deja a los estatutos de las universidades que lo decidan. No hay ninguna universidad en el Estado que haya apostado por una democracia real.
Ahora estamos en plena campaña electoral para elegir al rector de la UPC. Ninguno de los dos candidatos quiere hablar de democracia; se esconden detrás de la LOSU. Quieren seguir preservando la supuesta sabiduría democrática del profesorado a tiempo completo y la supuesta inferior capacidad democrática de los estudiantes y del PTGAS, no sea que votemos mal, como decía el difunto Mario Vargas Llosa.
2 comentarios:
No se puede decir mejor, pero parece que a nadie le importa.
Ahora lo que se lleva es las universidades privadas y si se les exige mantener un standard de calidad, los defensores de los títulos privados, cuanto mas caros, mas prestigiosos, ponen el grito en el cielo.
Yo estudié, en los tiempos de Franco, en una universidad privada y se me exigió, al terminar mis estudios, examinarme de todo el contenido de la carrera, ante un tribunal de catedráticos de la Universidad Pública, para tener oficialmente reconocido el título.
Si las universidades privadas fueran de calidad, no tendrían inconveniente en pasar por este trámite.
Bueno, de lo que hablo en esta entrada es de la universidad pública, cuya democracia deja mucho que desear. A lo sumo es una democracia vaticana
En cuanto a lo que dices de la privada, totalmente de acuerdo, aunque algunas públicas, como la Juan Carlos I, parece que expedía según qué títulos de manera discrecional. En el nombre lleva el pecado
Un abrazo, J.C.
¡Salud!
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