viernes, 2 de octubre de 2009

Método contra el fracaso


Me gustaría ser obsesivo. Obsesionarme, por ejemplo, con finalizar la libreta en la que escribo y no comprar otra hasta agotar todas sus páginas y pasarlas después una a una y sentir en los dedos el tacto de las horas en la esquina del papel usado. Obsesionarme con utilizar siempre la misma pluma; que la tinta manase del mismo plumín y tener la firme voluntad de no garabatear ni un acento si no es con esa pluma. Entonces, si fuese obsesivo y cumpliese a rajatabla mis fijaciones, llegaría un día en que tendría acumuladas en una pila un buen número de libretas ahítas de palabras hermanadas por el color y la textura. Me convertiría en un obsesivo feliz al que dejaría de importarle el contenido de lo escrito. Escribiría sin parar, todos los días, alegre, sin preocuparme de sintaxis o redundancias, de la voz y del estilo, de todo ese tipo de cosas que me amargan la vida y que me impiden llegar hasta el último centímetro blanco de cualquier maldita libreta. Pasaría feliz las noches febriles a la luz de la lámpara y me sentiría un Balzac incansable, un Cortázar con su Rayuela, el negro de Stephen King o Marcial Lafuente Estefanía. De vez en cuando me sentaría ante mi montaña de libretas de letras minúsculas como hormigas en el mismo sillón en el que leo libros repletos de palabras con contenido. Pero antes miraría hacia las estanterías en donde los almaceno, y esbozaría -para que se enteren- una mueca fanfarrona de desquite, y finalmente contemplaría con gran gozo mi obra, sosegado, sereno, como si ese momento único fuese la recompensa a toda una noche de escritura. Para colmo, a medida que le cogiese el gusto, la agradable intimidad de ese instante se convertiría con el tiempo en una nueva obsesión. Por supuesto, jamás leería ninguno de los cuadernos. Al coger alguno al azar, sencillamente pasaría una tras otra las páginas a rebosar de palabras azules y por nada del mundo fijaría la mirada en un punto concreto, porque entonces sería el fin de mi obsesión y la historia recobraría todo el protagonismo, y se atenuaría el goce por la percepción de una gran maraña de signos encadenados, inclinados todos hacia delante, como abrazados en un Can Can grafológico, dirigidos de derecha a izquierda en asombrosa coreografía sincronizada, reposando por siempre sobre una página curtida de tinta estilográfica, libre de las ataduras de la lectura y de la creación, a salvo de críticas, envidias y frustraciones. Sería el fin del vértigo ante la página en blanco y el nacimiento de una nueva era en la que todo mortal mínimamente alfabetizado podría crear su propia obra, e imaginarla de su puño y letra. Si se piensa bien, la obsesión de la que hablo en realidad es un hallazgo, el principio del fin de una mentira que ya dura demasiado tiempo y que nos ha encarcelado a muchos en una resignada tristeza, arrastrando nuestra impotencia como una bola de presidiario por las papelerías de las ciudades del mundo.

Hace un par de años quise novelar una historia. Compré una libreta, hermosa libreta de lomo duro y páginas inmaculadas. Rotulé la portada con el título que debió tener la historia. Esperé semanas, la maduré, y cuando ya creí oír el timbre preciso con el que debería hablar la voz narradora, me dispuse a escribir. Pasaron los días, y las semanas, y veía que poco a poco la libreta dejaba de interesarme; ni siquiera fui capaz de anotar la primera frase. De modo que, tal y como ya me había ocurrido otras veces, la monotonía y el desengaño me empujaron a la calle, a las papelerías, y un buen día vi expuesto en un tentador escaparate un hermoso cuaderno negro forrado en piel. Así es que entré en la tienda, lo toqué y al instante entendí que era con él con el que debía empezar a escribir algo diferente. Claro que cuando entré en casa me sentí realmente mal, con la conciencia sucia, como si la otra necesitase de una explicación; como si el ángel bueno que nos habla a la oreja me estuviese recriminando el haber dejado en la estacada a toda una señora historia, dotada de su libreta, por un prometedor cuaderno negro todavía por hacer. No es broma, me sentí realmente mal. Y entonces, espontáneamente, sin ápice de ironía, con pena, tristeza y la más doliente sinceridad escribí sobre la primera página de la libreta abandonada: “Esta es una de tantas libretas fracasadas. En estas páginas vacías (ya por siempre) estuvo a punto de nacer un mundo, un desamor y un crimen de los que nunca se sabrá nada, aunque ese mundo exista en algún lugar y, dentro de él, dos amantes lloren y un muerto se pudra en el infierno. Esta historia permanecerá encerrada por siempre, en el blanco virgen, estéril, de este cuaderno. Es inútil frotar o practicar invocación alguna. Todo empieza y termina aquí.” 6 de julio de 2007.

Este texto existe, no es ficticio. Lo tengo ahora frente a mí. Lo sé y lo afirmo con esta rotundidad porque está escrito de mi puño y letra, con la tinta verde de un rotulador tipo roll pen marca 'Pilot'.

Vuelvo mañana

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace unos días que tras tus palabras me parece ver escondida como un gazapo – ¿alguien recuerda aquellos conejitos blancos que había que buscar en La Gaceta Ilustrada?- una despedida. Tal vez, pienso ahora, escribir es una despedida continuada, un adiós a cada cosa sentida. A lo mejor, solamente -que no es poco-, se trata de inventar nuevos saltos mortales (o inmortales, en tu caso, que en lugar de desafiar a la muerte, planten cara a la vida) y escribir algo nuevo con lo viejo, de los vivos con los muertos, de lo que pudo haber sido y no fue, de la nada…
¿O estaríamos hablando de dejar de escribir, de permitir que los pensamientos pensados vuelen a su aire como globos de feria huidos de distraídas manos infantiles? Entonces, qué sería de nosotros, de los que queden por venir, sin las muletas, vendas, tiritas, que nos facilitan los buenos escritores/as.
La luna más luminosa está en mi ventana y espero que muchos exploradores de su lado oscuro anden por ahí investigando y que luego escriban, naturalmente sin saberlo, para mí. ¡Salud! Glòria.

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Hablador...
Estoy de traslados múltiples....
Como Nico no se ha ido a Berlín y la galería está por acomodar, bandeamos...
Calculo que en noviembre sabré quién soy (dónde estoy)
Y es curioso que en su cuarto aparezca una libretilla (de esas chinas, baratas)en la que, según él, que la inspeccionó, correspondería a la época en que su padre y yo buscábamos piso... Las anotaciones varias avalan la hipótesis.
¡Ay, las libretas fracasadas!
Si te contase las que tengo abiertas....
¡Ánimo!
Porque a según quiénes no les inquietará que lo que escriban sea el principio de una mentira (dado que no contemplan un final impensable).

Eastriver dijo...

La historia de las libretas fracasadas me la conozco también al dedillo. El dedo en la llaga, una vez más. Está el detalle de la foto, borrado el título, como diciendo, ya me desnudé bastante... Y luego esa fecha. Me conozco esa historia muy bien.
Pero permite ese toque de voluntarismo que tan bien conoces (en algunas entradas). Tu blog es también una gran libreta que abrimos semanalmente los fieles. Cada nuevo capítulo termina con el Vuelvo mañana, pero nunca com el Termina aquí. Y aunque sabemos que mañana no es exactamente mañana ello suele ocurrir en el reino afortunado de la literatura.
No abandones la libreta del blog. Pero compra otra. Resérvate un par de meses de inmersión bestia. En esos dos meses ni te preguntes. Escribe sólo. Compulsivamente. No te preguntes porque la razón ordena luego. Cuando uno está escribiendo mejor no preguntarse nada. Después podrás tachar, arrancar, repetir. Pero en los dos meses nada. Silencio. Escribe solamente. Y luego nos cuentas. Ya sabes que te estaremos leyendo.
Con mucho afecto.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Gloria, tus palabras son hermosas. demasiado generosas. Quiero escribir pero, a qué engañarnos, en realidad no quiero.Si percibes de vez en cuando una despedida, quizá lo que transpira es mi vagancia, inconstancia, inconsistencia... esconderme, como ahora, tras una postura de frustración, incomprensión, victimismo del todo estéril. Quizá sólo quiera jugar, y ya, y lo demás sea sueño y vanidad para seguir el camino. Prefiero no profundizar demasiado.Gracias siempre, Gloria

Ana, efectivamente, has dado en el clavo: esas libretas son el principio de una mentira, tanto si se completan como si no. Sin embargo, cuando no se completan reflejan una sola verdad, y la mentira queda abortada.

Ramon, ¡Sabes a qué viene el "¿Vuelvo Mañana?": Sí, porque tengo la intención de seguir molestando semana a semana, o día a día, pero en realidad es un reafirmación personal que remite a uno de mis más conocidos artículos (aunque creo que no el mejor). Todo lo que dices respecto a como escribir hace ya dos siglos que lo practico, pero chico, si no hay no hay. Me salva y me devuelve la vida la @, este blog (dichosa palabra)

¡Salud y gracias a los tres!

Anónimo dijo...

Gracias a ti, por supuesto. Vuelvo mañana. G.

Eastriver dijo...

Casi no leo novela actual. Me cansa, me aburre, me adormece, me agobia, me enfada, me indigna. No toda, gracias a los cielos. Pero sí mucha, muchísima. Ya no la compro porque es tirar el dinero. ¿Sabes qué caracteriza a la gran mayoría? Una voluntad manifiesta de convertirse en obras de arte. Estoy hasta el gorro de obras de arte. Estoy cansado de literatura sapientísima, de novelas o nivolas extraordinarias que si no te gustan es porque te falta nivel, de convertir la novela en un puto y aburridísimo peaje. Naturalmente que la gente lee la princesa en el castillo de corrientes de aire; sencilla, llana y simplemente porque le divierte. Grandísima y excelsa razón. No necesitamos más. Cervantes lo sabía. Todos los memos que vinieron luego lo olvidaron.
Hazme caso. Agarra tu libreta y escribe sin preocuparte de si escribes una obra de arte o una tontería. Luego pulirás, luego darás forma. Seguro, seguro, que una tontería no va a ser. Abrazos.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Estoy de acuerdo contigo con respecto a las obras actuales. Ahora que lo pienso, hace ya tiempo que no leo nada novísimo, y menos de autores españoles. No me había dado cuenta. Uno se pasa los años esperando a ver si alguno de los grandes publica algo (muñoz molina, marse, marias, vila-matas, landero...). Mientras tanto, caen clásicos universales, últimamente casi todos anglosajones. Todo es mercado, comercio, dinero. Bolaños inéditos póstumos (¿cuántos más?) Todos son fajas rojas envolviendo pretendidas obras maestras. Voy a vender a alguna editorial mis libretas a medio escribir. A ver si me gano la vida.

Alain Brossat decía hace unas semanas en un periódico: "La democracia cultural niega el conflicto como fundamento mismo de la política. A más cultura menos política"

¡Salud Ramon!

Belén dijo...

Javier Cercas en el pais semanal del domingo dijo de tí que el hecho de que hubieras muerto joven nos privó de descubrir al genio que llevabas dentro (entre otras muchas perlas al respecto de tu "personita"... léelo -como terapia para ese fracaso que dices sentir...-) ¡o no!, como te dice Ramon.Eastriver deja de PROCASTRINAR (¡es que me encanta el palabro!) y publica ¡ya!que para eso has venido otra vez "de vuelta de todo"¡hombre!. Besotes

Belén dijo...

Se dice procastrinar, perdon...

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Gracias por los ánimos Belén. ¡Joder con el palabro!
No leí el artículo de Cercas, pero lo haré. De Cercas me gustan hasta las gafas. Y en cuanto al fracaso, ya sabes que a los románticos nos gusta revolvernos en nuestras miserias y mirarnos al mismo tiempo al espejo. ¡Y qué bien lo pasamos!
El día que lo intente de verdad fracasaré de verdad. De momento, todo es un juego, con una pizca de vanidad, para que los amigos me doreis un poco la bola. ¡Salud Belen!

Anónimo dijo...

Muy bueno el relato, aunque creo que lo esencial de la libreta no es si es verdad o mentira, si se fracasa o triunfa. Lo esencial es que la creación de una historia no deja de ser un acto violento, un acto destructivo contra los símbolos existentes para imponer los símbolos de la nueva creación en la libreta. Creo que muchos filósofos, creo que Heidegger o Hegel, han abordado la violencia del lenguaje. Y la cuestión entonces sería, ¿es el escritor suficientemente violento para terminar su creación?
Ahora no sé si darte ánimos a terminar una libreta, igual te conviertes en un hombre violento. Pero la violencia tiene muchas caras, tantas como relatos se pueden escribir.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Anónimo, para mi la creación de una historia es un acto de humildad y de seducción al mismo tiempo. De humildad con respecto a la tradición que me precede y de seducción con respecto a la inspiración, al lenguaje, a las ideas a las que que hay que cortejar. En mi caso no me da la sensación, cuando intento escribir algo, de destruir símbolo alguno o cosa alguna. A lo sumo, el tiempo.

Estoy de acuerdo contigo en que la violencia tiene mucahs caras, pero en mi caso te aseguro que cuando escribo (y no por esos soy escritor) no la ejerzo. Al contrario, cada palabra que soy capaz de poner en la hoja, con un mínimo de coherencia o de gracia, me apacigua.

En cualquier caso,gracias por tu aportación, por tu comentario. Me ha parecido muy sugerente.

ah!, y gracias por considerar que soy escritor. Lo fui hace siglos. Ahora sencillamente juego. Cuando el juego se convierta en obsesión quizá vuelva a serlo

¡Salud!

Anónimo dijo...

hola, no se ni tengo tanta cultura ni muchos menos palabras tan tecnicas para decir simplemente que si esa libreta acabo sin ver la luz no es mas que la señal de que la fuerza de nuestra conciencia es mas fuerte que la voluntad de querer imponer algo que nos es verdad, no se si lo he entendido bien pero si no pudistes engañarte a solas con tu pluma y papel me dices que tu conciencia de la realidad esta por encima de lo normal, pobre de aquellos que sin mirarse al corazon y escuchar a su alma imponen palabras a los demas condicionando las pobres mentes que no miran mas alla de lo establecido o rracional, te animo a que vuelvas a cojer tu libreta con el corazon en la mano y estoy muy de acuerdo a que la humildad deve ser tu espada en esta gerra, no hay caballero andante que no empuñe una de las muchas forjadas mucho tiempo antes de que ni siquiera exitiera la palabra escrita.el caballeroi de moral no podra ser vencido.pedros

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Voluntad de trabajo y humildad al ver el resultado para seguir avanzando en esta puta vocación frutrada de escribir. A eso me refería. El objetivo último, querido Pedros, es precisamente hacer que quien me lea entre en el juego y se crea mis mentiras, y las resuelva en su mente y en su imaginación como verdades más reales que lo que ve. Ya ves que soy ambicioso, pero o es eso o no es nada.
¡salud y gracias por pasarte por aquí!