martes, 17 de junio de 2025

La tua voce

 


Sobre la música no hay bendición sin dar ni virtud por descubrir. Es redundante y poco original ponderar los efectos bondadosos que provoca la música en el ser humano, y hasta en los animales.

Escuchar música es como tomar tranquilos tras la ventana de invierno una taza de manzanilla bien caliente, aderezada con sus pocos granos de anís y una pizca de miel, mientras contemplamos los árboles desnudos y a la gente abrigada caminar apresurada, aterida por el frío.   O igual que degustar una copa de un buen whisky de malta, generosa, que nos eleva el ánimo, nos devuelve el optimismo y nos ofrece la señal de un vigor quizás engañoso, pero que nos encorajina para seguir.

La música puede ser también el cigarrillo de hachís que nos evade y nos libera de realidades poco edificantes, crueles o desesperantes; o por el contrario, la taza de café desencadenante de la lucidez capaz de revelarnos certezas que nos estimula para proponer soluciones a los problemas que nos acucian.

Por eso, de una manera u otra, siempre es tiempo para la música. Nunca fui un melómano, aunque la música siempre ha estado presente en mi vida. Dicen los que me conocen que tengo menos oído que un tapón de corcho, cuestión ésta más que discutible que, de ser cierta, no es óbice para que disfrute como el que más de todo tipo de canciones, estilos, géneros, compositores e intérpretes.

En nuestro presente, una buena frase musical sería, por ejemplo, que la actualidad no está para gaitas, que es tanto como decir que no está la cosa para fiestas. No voy a enumerar los motivos, pues de sobra los conocemos, ni deseo hablar sobre ello. A pesar del privilegio de la ducha diaria y del plato caliente en la mesa, la realidad se nos antoja deprimente.

Yo, por ese motivo, ando necesitado de algo de paz, de una voz que me susurre, de sonidos leves, mecedores, que me apacigüen el alma, que me abracen y me cubran con la frazada de suave franela y me permita acurrucarme dentro de una cálida calma, algo así como el regreso al refugio amniótico que inconscientemente añoramos.

Gianmaria Testa nació en un pueblecito del Piamonte italiano en 1958. Hijo de campesinos, trabajó toda su vida como jefe de estación en la localidad de Cúneo, a los pies de los Alpes.

Gianmaria se dedicó desde muy joven a la música. Su primer disco, “Montgolfieres” apareció en 1995, pero en casa no empezamos a escucharlo hasta 2003, año de la aparición de su cuarto CD “Altre latitudini”. Nos dejó deslumbrados. Todos los días sonaba en casa la música del cantautor italiano de la voz grave que acaricia, que te invita a la concordia y la amistad, la voz profunda de terciopelo quebrado que convierte cualquier espacio en un buen lugar donde estar, en un sitio alegre, pero sin estridencias, en un reservado de bondad.

A raíz de la publicación de ese disco, aquel mismo año el cantautor y poeta italiano actuó en Barcelona, en la sala Luz de Gas, concierto al que tuvimos la suerte de asistir. Su presencia es la de alguien con el que de inmediato uno desea estar. Al ver a Gianmari Testa uno requiere para sí esa timidez vencida que le vestía, la introversión tranquila de los poetas natos, que protegen su espíritu del mundo sustantivo y les permite elevar su existencia a latitudes preservadas de mezquindad. 

La verdad es que nunca olvidaremos aquella noche. Me gusta creer que a través de las notas de sus canciones, sencillas y elegantes, y de la voz ronca de bajo fumador que las declamaba, un pedazo de su dulzura humana se quedó dentro de nosotros. Desde entonces nunca hemos dejado de escucharle, y cuando suena, no solo nos sentimos mejor, sino que nos da la sensación de que somos mejores.

Gianmaria Testa se fue demasiado pronto, en 2006,  a la edad de 58 años. Le lloramos y le añoramos, pero sus canciones y su voz siguen vivas, convirtiendo el presente algo más llevadero, como esa taza de manzanilla caliente que nos abriga por dentro, la copa de whisky que nos anima y nos envalentona y la calada del cigarrillo que nos adormece terapéuticamente y nos libra por unos instantes de la realidad.

Sus canciones suenan a campo y a  pueblo, pero al mismo tiempo contienen la sofisticación, la calidad y la elegancia del buen jazz. Son sencillas y hermosas, acolchadas por un contrabajo siempre sabio, punteadas de floklore y tradición por las notas de la tiorba italiana, un laud endémico fiorentino de catorce cuerdas y dos mástiles que perfuma muchas de sus canciones y consigue dotar de estilo propio la mayoría de sus composiciones, en las que también suele intervenir el clarinete, vivaz y alegre unas veces, otras algo más melancólico, y también el bandoneón, artista invitado en muchas de sus canciones con el que consigue esa resonancia popular filtrada en la delicadeza de toda sus composiciones.

Con todo, su guitarra es perenne, tanto la acústica como la eléctrica. En muchas ocasiones es el único instrumento del que se acompaña. Recuerdo que en Barcelona nos sorprendió porque uno de los dos músicos con los que compartía escenario tocaba la percusión utilizando una vieja maleta de cartón, la maleta de los emigrantes, a los que siempre cantó.

A quien le duele algo, pastillas, una inyección, o reposo. Si lo que causa el dolor es la realidad, o cualquier otra dolencia del alma, mi consejo es escuchar a Gianmaria Testa. A mí, durante estas últimas semanas me está ayudando a sobrellevar la vida allí fuera, donde a diario mueren masacrados los inocentes, los malignos duermen tranquilos y los sinvergüenzas se comen cruda mi confianza.

Gracias, Gianmaria, porque  La tua voce”, me lleva fuera de aquí.

La tua voce 

Portami via da qui
Fuori da questa stanza
Con le tue mani piccole e gli occhi
Fuori da queste mura
Portami via da qui
Se sei sicura così
Della tua voce

Portami fuori da qui
Nell'aria che si muove
Di tutti i tuoi capelli
E con i tuoi colori
Portami via da qui
Tu sei lontana per me
Con la tua voce

Portami via da qui se vuoi
E vengo io, vengo con te
Con la tua voce


Llévame fuera de aquí
fuera de mi estancia
con tu manos pequeñas y los ojos
fuera de estos muros
llévame fuera de aquí
si estás segura así
de tu voz

Llévame fuera de aquí
en el aire que se mueve
y todos tus cabellos
y con tus colores
llévame fuera de aquí
tú estás lejana para mí
con tu voz

Llévame fuera de aquí
si quieres
y voy yo contigo
con tu voz

viernes, 13 de junio de 2025

La flor del azafrán

 


Irrumpe cual orangután de Borneo en un campo de azafrán, destruyendo la fragilidad de sus flores a cada paso, a cada mandoble de brazos.

Golpeándose a puñetazos el pecho velludo, muestra su autoridad sobre el territorio, del que enseguida se adueña.

Excreta, orina, y gruñe su poder, como un King Kong en la cima del Empire.

Se le puede observar desde lo lejos, se le ve venir; incluso se percibe su olor nauseabundo,  pero quienes se acercan lo más mínimo al espacio que acaba de ocupar, es posible que sea lo último que hagan.

Su ferocidad es inclemente, implacable y atávica. En la extensa área de sus dominios sólo aceptará a seres menores, infraseres, prójimos dóciles, débiles de espíritu, pusilánimes y maleables, que se sometan sin reparos a su reino, cabeza gacha, mirada baja, gesto humillado.

A pesar de lo que digan biólogos, zoólogos o  primatólogos, su cuna es la ciénaga, donde el agua estancada se pudre con sus defecaciones.

Ocurre que, con el objetivo de expandir sus dominios, a  menudo abandona el lodazal y convierte  amplias extensiones de cultivo extraordinariamente vulnerable, en nuevos marjales.

De hecho, esta especie salvaje, tan feroz como insaciable, endémica en las dictaduras de todo tipo, va aumentando paulatinamente en número de sujetos en los hábitats de las democracias occidentales.

En muchos países de Europa ya se le conoce como el gorila del tremedal.

Conocemos muy bien sus rutinas y sus costumbres, sin embargo, la ciencia no acaba de dar con el origen de esta criatura, tan extraordinariamente dañina. Unos dicen que se pierde en la lejanía de los tiempos, y que  gracias al hallazgo de los primeros homínidos, podemos establecer su existencia, muy unida a la estrictamente humana. Otros dicen que aparece con las primeras civilizaciones.

Las últimas teorías, sin embargo, invitan al pesimismo, pues hay quien afirma que en realidad somos parte de la misma especie. En cualquier caso, no son más que meras especulaciones, elucubraciones muy típicas propias de paleontólogos imaginativos, pues pocos, por no decir nadie, están dispuestos a aceptar que compartimos la totalidad de los genes.

Sea como fuere, en mi humilde opinión, tendríamos que ser más prácticos, y sobre todo menos condescendientes. No temamos a las palabras y mucho menos a las consecuencias de los hechos. Es necesario ser drásticos.

Es imperioso, y diría que apremiante, exterminar al gorila del tremedal, antes de que transforme todo el país en un lodazal, en el que se refocilarán politicastros, generalotes, sargentos de la chusquería, vagos, todo tipo de parásitos, tiranuelos y arribistas sin escrúpulos, que convivirán en perfecta harmonía cuando de norte a sur y de este a oeste ya no quede ni una sola flor del azafrán.

Hieden, se les oye, y se les ve venir. No debería ser tan difícil.

jueves, 5 de junio de 2025

Sueño con serpientes

 

Ayer asistí en mi pueblo a una concentración en favor de Palestina, en contra del genocidio sionista que está ejecutando impunemente el gobierno criminal de Benjamín Netanyahu ante los ojos abiertos e indiferentes del mundo entero.

Gaza es hoy Dachau, Auschwitz, Treblinka o Mauthausen. En unos años, evocaremos Gaza con la misma repugnante vergüenza  y sucio sentido de culpa con que todavía hoy recuerdan los alemanes aquel horror, pero la náusea y el bochorno colectivo que sentirá el mundo entero no devolverá a los palestinos ni sus vidas ni sus tierras, ni borrará la enorme cicatriz en la historia que testimoniará tanto miedo y dolor.

Nos concentramos en la plaza de la Vila unas cuarenta personas. Entre todos formamos un círculo. Alguien leyó un manifiesto. Después se repartieron unos papelitos en los que se facilitaban los enlaces de algunas páginas web donde poder hacer algo, como aportar algo de dinero, seguir algunas iniciativas o colaborar con algunas organizaciones.

Allí, formando parte del círculo, se encontraba Pepe Beunza, ingeniero técnico agrícola, natural de Beas del Segura, provincia de Jaen, hijo y nieto de abogados carlistas. En el año de 1971, cuando Beunza cumplía veinticuatro años, fue llamado a filas para realizar el servicio militar. Éste se presentó en el cuartel para informar al  Ejército español franquista de que se negaba a acatar la disciplina castrense y a vestir el uniforme de soldado. Fue sometido a consejo de guerra y condenado a cárcel durante quince meses.

Al salir en libertad se le conminó a realizar el servicio militar y restituir así su falta; Pepe Beunza se negó de nuevo y consecuentemente fue sometido a un segundo consejo de guerra y condenado por deserción. Cumplió su condena en un batallón disciplinario, en el Sahara. Estos acontecimientos históricos convierten a Pepe Beunza en el primer objetor de conciencia por motivos políticos de España. A punto de cumplir sus setenta y ocho años, sigue en la brecha del activismo pacifista.

Casi al finalizar el acto, Beunza intervino brevemente para decirnos que no nos dejemos derrotar, que cada uno de nosotros es una organización válida y útil en sí misma, que sólo es necesario salir a la calle, todos los días, unos cuantos días, unos pocos días, lo que cada cual pueda, solos o en compañía, con el mensaje de la paz; paz siempre, guerra nunca.

A continuación, guardamos un minuto de silencio por Palestina. Detrás de mí tres señoras cuchicheaban algo sobre lo desmejoradas que veían a otras dos señoras que había frente a nosotros. El activista que llevaba la cuenta del tiempo de silencio dio por finalizado el minuto con el grito ¡Visca Palestina lliure! Todos respondimos ¡Visca! Después dimos un fuerte aplauso y se dio por finalizada la concentración.

Algunos se quedaron charlando en la plaza. Hubo apretones de manos y abrazos de alegría entre personas que no se veían desde hacía  tiempo. Los que portaban las dos banderas palestinas que presidieron el acto las doblaron y las guardaron en una bolsa de plástico de un conocido supermercado. Dimos media vuelta y caminamos hasta el primer bar. Nos tomamos una cerveza, fuimos a casa, cenamos, vimos algo de televisión y nos acostamos.

Supe de Pepe Beunza el año 1987. Participó en un mitin de Iniciativa per Catalunya, la nueva y rutilante marca del ya por entonces desteñido comunismo catalán. Fue durante la campaña electoral de las elecciones locales. Carmen -mi amor, mi amiga y mi compañera de vida- era la candidata a la alcaldía y, por consiguiente, la encargada de dar el mitin. Tenía veintiún años cumplidos.

Aquella mañana, junto a Beunza, también estuvieron el exsecretario General del PSUC, Gregorio López Raimundo, y su esposa, la escritora, periodista y activista Teresa Pamias. El lugar del mitin fue el mismo en el que ahora, casi cuarenta años después, vimos de nuevo a Beunza, impenitente, invencible, perseverante, convencido de la causa a la que ha dedicado su vida, la paz.

Todavía recuerdo algo de lo que nos dijo al centenar de personas que habíamos asistido: “si en este parque se instalase un carro de combate” nos explicaba,  el ayuntamiento organizaría la visita a su interior, para que todos, sobre todo los niños, fascinados ante el juguete hecho realidad,  conociesen por dentro cómo funciona esa terrible máquina de matar. Si en lugar de un carro de combate encontrásemos en el parque una pareja haciendo el amor, inmediatamente alguien llamaría a la policía local y les detendrían por escándalo público."

Ayer, mientras intentaba dormir, apareció desde el rincón de la memoria, como agazapada, “Sueño con serpientes”, una canción de Silvio Rodríguez que en aquellos años escuchaba y cantaba, a menudo, junto a Carmen, y que empezaba con unos versos de Bertolt Brecht declamados por el cantautor cubano: 


“Hay hombres que luchan un día y son buenos. 
Hay otros que luchan un año y son mejores. 
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenos. 
Pero hay los que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”
 

Sueño con serpientes, con serpientes de mar,
con cierto mar, ay, de serpientes sueño yo.
Largas, transparentes, y en sus barrigas llevan
lo que puedan arrebatarle al amor.
 
Oh, la mato y aparece una mayor,

oh, con mucho más infierno en digestión.
 
No quepo en su boca. Me trata de tragar
pero se atora con un trébol de mi sien.
Creo que está loca. Le doy de masticar
una paloma y la enveneno de mi bien.
 
Oh, la mato y aparece una mayor,
oh, con mucho más infierno en digestión.
 
Esta, al fin, me engulle. Y mientras por su esófago
paseo, voy pensando en qué vendrá.
Pero se destruye cuando llego a su estómago
y planteo con un verso una verdad.
 
Oh, la mato y aparece una mayor,
oh, con mucho más infierno en digestión.