martes, 22 de julio de 2025

Réquiem por una polilla

 


Puedo pasar las noches enteras de bochorno mediterráneo en el porche de mi casa  observando a la salamanquesa cazar insectos emboscada tras el farolillo que ilumina la pared blanca, y relamerse tras deglutir a la polilla ambiciosa, víctima de su sueño por habitar la Luna,  mientras espero en vano una leve ráfaga de brisa que alivie el pesar sofocante de las horas sudorosas y me engaño con un poco de ginebra fría, el vaso tintineante de hielo y el frescor aromático de un par de hojas de hierbabuena de las que crecen alrededor del limonero, cargado ya del fruto incipiente que en unos meses dorará el rincón junto a la camelina sin sus hojas violetas, hojas secas,  a consecuencia de la canícula persistente que se abate sobre esta tierra desde los fuegos de San Juan, el día más largo, la noche más corta, ceniza mensajera  de estas noches interminables de calor y humedad, invadidas por el alboroto de las cigarras, dueñas absolutas de todo pensamiento, de toda intención, tiranas invalidantes de cualquier plan futuro resumido en la sola esperanza de una brizna de aire freso para la mañana que vendrá, de un llamamiento desesperado a los dioses para que nos avienten con unas horas de Gregal liberador de tanto empapamiento y nos enjugue el sudor y nos devuelva así la lucidez del discernimiento, la vitalidad a los cuerpos agostados, el optimismo a los pensamientos y la certidumbre improbable de que el próximo verano volverá a ser como era a orillas del mar.

1 comentario:

Toy folloso dijo...

Mi salamanquesa se atiborra en la tela metálica de la ventana. Una tenue luz interior hace que los invertebrados se junten allí, -y dejen de picarme-.
Bien, porque en invierno no se ve ni uno de esos bicharracos de su dieta...