lunes, 4 de octubre de 2021

La Tierra es plana, no hay duda.

 


Los terraplanistas son esos seres antropomórficamente entrañables quienes, para captar más adeptos a su causa y librar al mundo de la ignorancia, gritan a los cuatro vientos, por tierra, mar y twitter que sus ideas están llegando a todos los rincones del globo.

Sería bueno saber si un terraplanista lo es por convicción, vocación o nacimiento. En el último caso, no hay nada que hacer: morirá terraplanista. Sin embargo, en cuanto a las otras dos opciones, hay alguna posibilidad de que, por ejemplo, viendo la Luna a través de un telescopio, tan  hermosamente esférica, pueda llegar a la conclusión de que, quizás, quién sabe, la Tierra también lo sea.  De ese modo, el interés y el impulso incontenible que siente en su interior hacia la creencia terraplanística posiblemente vaya mitigándose progresivamente, porque en su alma y espíritu se acrecentará día día la duda razonable hasta que, en una noche de plenilunio, iluminado por su luz,  la revelación de la razón se pose suavemente sobre su mente y entonces, ya, apenas sin sufrimiento, se reencontrará con la verdad.

Sin embargo, es posible que en su cerrazón se niegue a colocar el ojo tras el objetivo. De hecho, es habitual encontrar, incluso entre nosotros, los aplicados esfericistas,  personas que ante la posibilidad fehaciente de cambiar una posición errónea, de acceder a la verdad, de descubrir la falsedad de determinados hechos o ideas camuflados de certezas que han defendido denodadamente con alto sacrificio de su tiempo o hasta de su dinero, rehúyan esclarecer los embustes, chismes, infundios, fraudes, estafas o timos a los que otros congéneres les han sometido con finalidades espurias.

De algún modo les comprendo. No se trata de una condescendencia paternalista, el golpecito en la espalda que regalamos a quien damos por desahuciado. Lo que siento hacia ellos es una empatía que surgió  de mis afanes evangelizadores, gracias a los cuales llegué a ver el fondo emocional del terraplanista donde cohabita entre gemidos de idiotas,  oscurantismos seculares y  una angustia vital poco o nada conocida, pero que yo entiendo perfectamente. Y es que, tras sumergirme en esas realidades supe de su terror a la incertidumbre, un miedo procedente de lo ancestral que bloquea corazón,  mente, y espíritu y que les hunde en la ignorancia con la que se defienden del horror que produce la  imposibilidad física de tocar el horizonte.

¡Ah! ¡Sí! ¡El horizonte! ¡Siempre allá y siempre lejos! Caminamos y  navegamos decididos a su encuentro, pero la gran esfera nos condena y nos impele a seguir y seguir, transformándonos en vulgares ratones que desfallecen dentro de la rueda. De nada sirve que cambiemos la orientación, norte sur, este, oeste,  porque jamás lo alcanzaremos. De manera que, como dijo, aquel, si no puedes con la realidad, fabrícate una.

Y eso es lo que han hecho los terraplanistas, ponerle límite al camino, instaurar el confín, acotar el espacio en el que podemos movernos, establecer las cuatro orillas a partir de las cuales nada existe, tan solo el abismo, el final, la nada.  Algo, por otra parte, extraordinariamente medieval, no en su sentido antiguo, obscuro o  desfasado, sino en su sentido más rabiosamente posmoderno, porque permite a quien esa creencia profesa, a quien en esa existencia se instala,  una confortabilidad emocional que para sí quisiera el astronauta que observa el planeta desde la estación espacial.

Quiero esto y lo consigo, ambiciono aquello y lo obtengo, aspiro a ganar y  triunfo, para lo cual he de transitar dos únicos caminos y dos únicos sentidos, sin el desasosiego y la incertidumbre de la duda ante las encrucijadas, con la seguridad incuestionable de nuestra llegada a los anhelos, a salvo de los despeñaderos del error y del fracaso convenientemente señalizados,  en los que, por supuesto, jamás caeremos. Y estas son las razones, poderosas razones, por las cuales el terraplanismo se está convirtiendo en hegemónico en cada rincón del globo.

4 comentarios:

Belén dijo...

Me contaba mi hijo el otro día (Graduado en física), que hace seguimiento de MUCHOS grupos "negacionistas" de diferentes pelajes -a traves de las redes, obviamente- , y básicamente con el objetivo de flipar mientras se echa unas risas, que uno de sus "grupos" preferidos era uno yankee (¡cómo no!)-organizado, con seguidores, y "evangelizando, claro- que NEGABAN la existencia de las AVES. Así, en bruto. Que todo lo que creíamos que eran aves voladoras (¿qué pensarán de las gallinas ponedoras?) eran en realidad DRONES puestos ahí por los gobiernos (será el suyo) para vigilarnos... Y ¡¡NO TE PIERDAS LA SIGUIENTE VUELTA DE TUERCA!!, aseguraban también que el "lockdown" (véase, confinamiento) no había sido más que la excusa para CAMBIARLES LAS PILAS A TODOS ESOS DRONES, que se habían ido quedando sin batería...

Lo que tú digas, majete, pero yo, como que no... empatizo, y como que sí... me río (al principio) y me escandalizo ¡un montón! al microsegundo siguiente... porque claro, este grupo como todos los de este tipo tienen seguidores, defendedores, altavoceros, etc...

¡viva la opinión sin criterio! ¿¡viva!?
Un abrazo inmenso

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Bueno, lo que pretendía con el texto era explicar otras cosas a costa del terraplanismo, que lo utilizado tan solo como metáfora. Quiero decir que empatía, cero.

Recuerdo una anécdota. El portero Iker Casillas escribió un tweet en el que afirmaba que es posible que los terraplanistas tangan razón y que la Tierra no es esférica. Pedro Duque le respondió: "Iker, yo la he visto"

Un abrazo, Belen, y muchas gracias por participar y seguir por aquí
¡Salud!

Anónimo dijo...

Cuando iba a la escuela de mi pueblo (allí no decíamos colegio) había un niño que afirmaba que su abuelo (argumento de autoridad) le había dicho que la tierra se terminaba en la peña de Carazo (como bien sabes, horizonte por el oeste) y que de esta al cielo había cuatro Km. Este creo que no se incluiría en ninguna de las tres categorías que indicas. Mas bien sería el sentimiento, el cariño y el respeto lo que le hacía afirmar aquello con tal rotundidad. Esto les pasa a muchos que por ejemplo se emocionan hasta llorar simplemente pensando en una Cataluña independiente o en la vuelta del imperio español o en cualquier otro terraplanismo.
Cuando fui a estudiar el bachillerato me hice amigo de un serrano como yo que explicaba la gran tendencia a emigrar de los habitantes de nuestra tierra por la curiosodad innata en el ser humano y decía:
Un serrano tiene el horizonte tan cercano que quiere ver lo que hay al otro lado del monte y sube y ve otro monte al otro lado de un pequeño valle y sube y sigue subiendo y bajando hasta llegar al mar y allí, ya animado, decide ir a ver lo que hay al otro lado... de repente se encuentra en América y ya no puede volver.
Afortunadamente, creo que aún hoy hay mas gentes como el serrano que no como el niño de mi escuela.
Gracias por escribir y obligarme a desempolvar neuronas.
J.C.

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

¡Cuánta sabiduría hay en la gente de la Sierra! A ese niño, saber que el mundo terminaba en Carazo le proporcionaba cierta seguridad, y al mismo tiemp también cierta angustia, porque seguro que se preguntaba una y otra vez ¿Y más allá no hay nada? ¿Y qué es la nada?

Me han gustado mucho las dos historias con las que has ejemplificado lo que he pretendido explicar
Muchas gracias, J.C
¡Salud!