Cada día nos ponemos en pie y, con el primer bostezo, respiramos nuestras propias horas de sueño aspirando el aire que nos protege de la noche en la inconsciencia del ensayo diario de la muerte. Después abrimos la puerta del cuarto y un poco antes de que haya salido el sol respiramos el aire del día de ayer, que todavía flota entre las paredes del pasillo, como si fuese la memoria de momentos inmediatos que ya no vemos y que en unos años emergerá en forma de manchas aplazadas en la ropa, igual que aceite transparente a la deriva flotando sobre el mar. A continuación, a unos pasos de tiempo, el espejo se empaña de aire, del calor del vaho con que se impregna el velo que pretende salvarnos así de la verdad de un nuevo día. Y ya, desayunados y limpios, finalmente salimos a la calle. Entonces, cada cual se conforma con respirar el aire que merece.
Todo el mundo lo cree. El aire, su presencia y sus diferencias de presión mantienen a flote un buque o alienta y permite el vuelo de un avión. Máquinas extraordinarias ingeniadas con el fin de transportar personas, bombas, animales y cosas de un lugar a otro del mundo se elevan hasta que casi se pierden de vista en las cimas frías del cielo. Desde aquí, en tierra, nos parecen el recuerdo de una pluma leve, diminuta y desafiante, que alguien sopló. Gigantescos buques construidos a base de millares de kilos de acero y hormigón flotan deslizándose a través de los océanos del mundo y , triunfantes contra cien galernas, arriban a puertos remotos, cercanos, en donde reposan sus dimensiones colosales, apaciblemente, sobre el agua amansada, entre diques y más barcos que esperan el cepillo y el cuidado, la descarga y la carga, igual que fabulosos cetáceos ciclópeos varados sin más ocupación que la de flotar mientras reposan su tonelaje de acero.
Y si es así, si Newton, Bernoulli y Arquímedes dijeron la verdad; si todo aquello que se mueve a través del aire bajo el principio de la acción y reacción se mantiene en él como un pajarillo, si todo recipiente que contiene aire flota; si en todo lo que hacemos está presente el aire; si los lugares por donde nos movemos están repletos de aire; si nosotros mismos no somos más que aire, ¿por qué nos estamos hundiendo? ¿ por qué caemos en picado?.
Alguien nos está mintiendo
Todo el mundo lo cree. El aire, su presencia y sus diferencias de presión mantienen a flote un buque o alienta y permite el vuelo de un avión. Máquinas extraordinarias ingeniadas con el fin de transportar personas, bombas, animales y cosas de un lugar a otro del mundo se elevan hasta que casi se pierden de vista en las cimas frías del cielo. Desde aquí, en tierra, nos parecen el recuerdo de una pluma leve, diminuta y desafiante, que alguien sopló. Gigantescos buques construidos a base de millares de kilos de acero y hormigón flotan deslizándose a través de los océanos del mundo y , triunfantes contra cien galernas, arriban a puertos remotos, cercanos, en donde reposan sus dimensiones colosales, apaciblemente, sobre el agua amansada, entre diques y más barcos que esperan el cepillo y el cuidado, la descarga y la carga, igual que fabulosos cetáceos ciclópeos varados sin más ocupación que la de flotar mientras reposan su tonelaje de acero.
Y si es así, si Newton, Bernoulli y Arquímedes dijeron la verdad; si todo aquello que se mueve a través del aire bajo el principio de la acción y reacción se mantiene en él como un pajarillo, si todo recipiente que contiene aire flota; si en todo lo que hacemos está presente el aire; si los lugares por donde nos movemos están repletos de aire; si nosotros mismos no somos más que aire, ¿por qué nos estamos hundiendo? ¿ por qué caemos en picado?.
Alguien nos está mintiendo
Han viciado mucho el aire. Quizá de ahí proceda el general hundimiento. Abrazos!
ResponderEliminarQuizá Ana. Quizá andemos todos viciados, a la expectativa, temerosos, no vaya a ser que esto se ponga todavía peor... y aquí nos las den todas
ResponderEliminarLo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano.(Newton).
ResponderEliminarNos hundimos porque no vemos más allá de nuestras narices...
Un beso, NENA
Nos veremos así arrastrados, buena inversión vital gracias a la imagen. Buena semana.
ResponderEliminarPues sí, Nena, esa es quizás una de las razones. Un abrazo
ResponderEliminarBuena semena para ti también J.G, siempre tan enigmático. Salud
Lo de viciado más bien lo decía casi en el sentido de tu última entrada, la que acabo de leer aunque no pude dejar comentario.
ResponderEliminarDe todos modos, que no te afecte a tu energía y lucidez.
Abrazos!