Jordi Evole consiguió su entrevista poco antes del
fallecimiento del expresidente uruguayo. Évole anda ahora detrás de todo
aquello que proporcione buenos índice de audiencia, y la muerte interesa, ya
sea la de un presidente, la de un cantante enfermo o la de las víctimas de un
terrorista.
Évole con el paso de los años se ha ido transformando. Ha
pasado de ser un periodista incisivo de principios inquebrantables a formar
parte del main stream, del star system de los mass media. Escribir en la Vanguardia cada sábado
un artículo a cuatro columnas, con ilustración incluida, sólo está al alcance de unos pocos que cuenten
con la fama suficiente como para que suponga un valor de audiencia. Además, debe
encajar con el tono y el carácter
editorial del Grupo para molestar únicamente lo justo. De algún modo, Évole ha
ido alejándose progresivamente del magisterio del difunto Xavier Vinader, a
quien siempre nombraba como inspirador deontológico. No le juzgo. Tan solo constato.
Las entrevistas que
emite Évole en la cadena del grupo AtresMedia-Planeta, igual de conservador o
más que el grup Godó, gozan de una producción magnífica. Son
productos audiovisuales de gran factura realizados por excelentes
profesionales. Las introducciones, la iluminación, los juegos de sombras, la
luz tamizada, la posición de las cámaras, la elección del escenario y la
construcción de un contexto sugerente que comunique incluso más de lo que pueden
hacerlo las respuestas del entrevistado, conforman en su conjunto, cada
temporada, un puñado de programas que se ven bien y que llegan directamente a
la audiencia de manera elegante, suave y sin estridencia, como quien observa un
paisaje en sepia, como quien siente una ligera brisa de escándalo en el rostro.
Quien se coloca al otro lado de la mesa a sabiendas de que sufrirá
el brete de responder a las preguntas del de Cornellá sabe a lo que se expone,
y por tanto, y en consecuencia, no es difícil sacar la conclusión que extraen
los interfectos, y es, en buena lógica, que
es bueno aceptar una entrevista con Évole, sea cual sea la barrabasada en que
haya incurrido y por la cual es objeto del interés del periodista, porque de lo
contrario los Crespo, Aznar, Villarejo, Dorado, Soria, Matas, Granados, Aguirre, Cifuentes, Cotino, Fernández, etc. jamás hubieran consentido una cámara de “Producciones
del Barrio” frente a ellos. Siempre
ganan.
Lo que quiero decir es que las entrevistas políticas de
Jordi Évole interesan, pero están lejos
de ser poderosas, de provocar cambios, de causar algo más que el asentimiento del
público, que constata lo que ya sabía de quienes se prestan a declarar lo que
les interesa declarar; gente, por otro lado, que no peina un pelo de tonta.
José Mujica se encuentra prácticamente moribundo cuando Évole
llega a la chacra del Rincón del Cerro, cerca de Montevideo, a producir la segunda entrevista con el
exguerrillero tupamaro, expresidente del Uruguay. La enfermedad le ha derrengado
y se encuentra muy debilitado. Su imagen en la pantalla es la de un hombre en
el final de su vida. Le cuesta pensar y le cuesta hablar; le supone una verdadera hazaña levantarse de la
silla y caminar tres pasos. Ya ante las cámaras le resulta imposible mantener el cuerpo recto,
como si la tierra lo atrajese y en el pulso contra ella no pudiese evitar el
final. Su aspecto, en definitiva, es lamentable.
A “Producciones del Barrio” , La Sexta, Atresmedia y al
grupo Planeta les interesó entrevistar en ese estado a Mujica porque la muerte
interesa. A la audiencia, es decir, a personas de carne y hueso como usted y
como yo, nos interesa ver la decrepitud, la degradación física y la decadencia
avejentada de los días previos a la agonía de uno de los grandes personajes de la
política de las últimas décadas, con quien los más altos dignatarios hicieron lo
posible por fotografiarse a su lado para absorber, cual vampiros, unos gramos de
los valores que defendió y con los que vivió en coherencia. Somos así.
Por su parte Mujica se presta a la entrevista porque es
generoso, porque es bueno, porque es hospitalario, y porque como político de
raza sabe que debe aprovechar cualquier ocasión para difundir su mensaje, sobre
todo a los jóvenes, a los que interpeló constante e insistentemente los últimos
días de su vida. Alguien podría tacharlo de proselitista. Yo prefiero verlo
como el último profeta de la decencia política; la última esperanza, la voz y
el ejemplo que queda y no se olvida.
Évole pretendió ofrecer el programa con el marbete de “la
última entrevista a Mujica antes de morir”, pero como dicen en Andalucía, se le
atragantó un hueso. Lucía Topolanski, la esposa, se encargó de revelarnos que durante
los últimos meses la chacra parecía una feria de autos, llegando y marchando con
periodistas de todos los lugares del mundo. “Todos quieren verlo y hablar con él
como si aquí tuvieran al monito del circo”, dice Lucía. En un momento de la
entrevista incluso llega a explicar que tuvieron que expulsar a un autobús con
unas treinta personas a bordo que querían fotografiarse con Pepe.
En el humilde salón de la casa, la presencia de Lucía
durante la interviú es, como siempre, discreta, aunque se hace patente. En un
momento, Évole, que ha cultivado siempre golpes de efecto instigadores de cercanía,
confianza y campechanía, le dice a Mujica que tomaría ese trago que se
prometieron en el encuentro anterior. Lucía se levanta y les alcanza una botella
de licor y dos vasos. En ese gesto parece la esposa amantísima que cuida de su
marido enfermo.
Mientras beben un sorbo, a Évole se le ocurre preguntar a
Lucía cómo vivió la cautividad de su marido, si se sintió sola, si sufría pensando
en lo que le estaría pasando, adjudicándole así, implícitamente, el papel de sufrida
esposa que aguanta estoicamente los padecimientos del marido. Entonces Lucía le
espeta: yo también estuve presa trece años. Sé por lo que pasó porque yo lo
padecí. Yo también era guerrillera.
Estoy convencido que muy pocas personas que vieron la entrevista conocían a Lucía Topolanski. La figura de Mujica es muy poderosa; es de esas personalidades apabullantes, extraordinariamente carismáticas, que ocupa todo el espacio. Esa podría ser la razón por la cual los ignorantes como yo desconocíamos la vida y la trayectoria de su esposa.
Nuestra ignorancia
quizás no tenga disculpa, pero la de Jordi Évole y su equipo, siempre tan
exhaustivo en la tarea de documentar y preparar sus programas, es sinceramente imperdonable. Tan sólo tenían
que echar un vistazo a la Wikipedia. Pero claro, sólo es la mujer consorte, la compañera fiel,
la cuidadora abnegada, y eso era más que suficiente.
Con todo, entrevistar en dos ocasiones a José Mujica sin conocer la historia de Lucía Topolanski es un síntoma de la ignorancia sobre la vida, la existencia y la trayectoria política y vital del mismísimo Mujica, y por supuesto de la historia contemporánea de la república del Uruguay, a no ser que lo único que interese al periodista y al grupo mediático para el que trabaja es ofrecer al público esa imagen de viejo sabio encanecido que nos evangeliza y alecciona con sus frases de sereno búho sapiente. Así, de ese modo, construimos para nuestros adentros la imagen de lo imposible, de lo singular utópico, y nos esperanzamos en un mundo mejor y más justo. Y ya saben, la esperanza es el placebo de los humildes.
Pero ¿Quién es Lucía Topolanski? ¿Qué hizo Lucía Topolanski? ¿Dónde nació? ¿Cómo vivió? ¿Cómo llegó a la política? ¿Que la impulsó echarse al monte? ¿Qué cargos ejerció?
Hagan lo que no hizo Jordi Évole. Escriban su nombre en Google y admírenla. Me van a disculpar la maldad, pero estoy seguro de que Anna Gabriel sí la conoce. O no.
Evole , lo
ResponderEliminarmismo que
todos los
que se
dedican,
a lo que
se dedica
el, no es
más, que
prostituirse
al mejor
postor, el
mismo que
le dió la
mano a
Arnaldo
Otegi,el
amigo de
asesinos,
con respecto
a Mujica, con
el , se marcha,
además de un
verdadero
izquierdista,
un democrata,
como no hay
nadie , ahora
mismo .
Un periodista tiene el deber de entrevistar a todos aquellos personajes que supongan un interés, ya sea para bien o para mal. Ese es mi parecer. Ahora bien, Évole, en su criterio editorial de selección y en el modo en que los aborda ha sufrido cambios en favor de un enfoque, si no amarillo, sí proclive hacia el objetivo de obtener audiencia.
EliminarGracias por tu comentario, Orlando
¡Salud!
Ya venía yo notando algo raro en las entrevistas de Évole, pero tu me has abierto los ojos que, por vagancia mental, no había abierto yo mismo.
ResponderEliminar¡OOOye! ¡FRASE REDONDA!. No se si es tuya o la has sacado de alguna cita, pero me la apropio en mi memoria para soltarla en alguna discusión sobre casi todos los aspectos de la vida. Me refiero a "la esperanza es el placebo de los humildes". Es tan rotunda como varias otras famosas como "la religión es el opio del pueblo" o "mal de muchos, consuelo de tontos".
Gracias por los ratitos de reflexión que con tus textos me brindas.
Un abrazo.
J.C.
"No hay ha miedo sin esperanza ni esperanza sin miedo"
EliminarLa idea es de Spinoza. Mientras estamos pendientes de la esperanza, tienes miedo de que lo que esperas no suceda. Por eso es una de las principales herramientas de los políticos. La esperanza en realidad es miedo
"Por lo dicho recientemente, entendemos qué
es la esperanza, el miedo, la seguridad, la
desesperación, el deleite y el remordimiento
de conciencia. La esperanza no es, pues,
otra cosa que una alegría inconstante, naci-
da de la imagen de una cosa futura o de una
pasada, de cuyo evento dudamos. El miedo,
por el contrario, es una tristeza inconstante,
nacida también de la imagen de una cosa
dudosa. Además, si se suprime la duda de
estos afectos, de la esperanza se produce la
seguridad y del miedo la desesperación; a
saber, una alegría o una tristeza nacida de la
imagen de la cosa que tememos o que espe-
ramos. De donde, el deleite es una alegría
nacida de la imagen de una cosa pasada,
de cuyo evento dudamos. Finalmente, el
remordimiento de conciencia es una tristeza
opuesta al deleite."
Eso dice Spinoza. La frase es mía, pero surge de todo esto
En cuanto a Évole, hace ya tiempo que está dentro, muy adentro. Trabaja para la misma cadena de Ferreras, no te digo más. No esperemos nunca una entrevista a Florentino o al mismo Ferreras. Las dos entrevistas a Bosé fueron de escándalo, con lo que estaba lloviendo...
Y no le culpo, ni le juzgo, que haga lo que tenga que hacer, pero que no vaya de algo que no es, o al menos no le veamos como el periodista intrépido y crítico del siglo, porque no lo es, ni por asomo. Podría haberlo sido, pero ha tomado sus decisiones
Gracias, como siempre, J.C. por atender a mis cosas
Un abrazo fuerte
¡Salud!