viernes, 23 de mayo de 2025

Lucía Topolanski


Se murió José Alberto Mujica Cordano. El progreso moral y la conciencia de dignidad que gozamos en nuestro presente es consecuencia de la lucha, el sacrificio, el ejemplo y el magisterio de hombres y mujeres como él. Su memoria merece larga vida y el deber colectivo de cuidar del patrimonio ético que nos deja. Nada nos viene dado. Todo hay que lucharlo.

Jordi Evole consiguió su entrevista poco antes del fallecimiento del expresidente uruguayo. Évole anda ahora detrás de todo aquello que proporcione buenos índice de audiencia, y la muerte interesa, ya sea la de un presidente, la de un cantante enfermo o la de las víctimas de un terrorista.

Évole con el paso de los años se ha ido transformando. Ha pasado de ser un periodista incisivo de principios inquebrantables a formar parte del main stream, del star system de los mass media. Escribir en la Vanguardia cada sábado un artículo a cuatro columnas, con ilustración incluida,  sólo está al alcance de unos pocos que cuenten con la fama suficiente como para que suponga un valor de audiencia. Además, debe encajar con el  tono y el carácter editorial del Grupo para molestar únicamente lo justo. De algún modo, Évole ha ido alejándose progresivamente del magisterio del difunto Xavier Vinader, a quien siempre nombraba como inspirador deontológico. No le juzgo. Tan solo constato.

Las entrevistas  que emite Évole en la cadena del grupo AtresMedia-Planeta, igual de conservador o más  que el grup Godó,  gozan de una producción magnífica. Son productos audiovisuales de gran factura realizados por excelentes profesionales. Las introducciones, la iluminación, los juegos de sombras, la luz tamizada, la posición de las cámaras, la elección del escenario y la construcción de un contexto sugerente que comunique incluso más de lo que pueden hacerlo las respuestas del entrevistado, conforman en su conjunto, cada temporada, un puñado de programas que se ven bien y que llegan directamente a la audiencia de manera elegante, suave y sin estridencia, como quien observa un paisaje en sepia, como quien siente una ligera brisa de escándalo en el rostro.

Quien se coloca al otro lado de la mesa a sabiendas de que sufrirá el brete de responder a las preguntas del de Cornellá sabe a lo que se expone, y por tanto, y en consecuencia, no es difícil sacar la conclusión que extraen los interfectos, y es, en buena lógica,  que es bueno aceptar una entrevista con Évole, sea cual sea la barrabasada en que haya incurrido y por la cual es objeto del interés del periodista, porque de lo contrario los Crespo, Aznar, Villarejo, Dorado, Soria, Matas, Granados,  Aguirre, Cifuentes, Cotino, Fernández,  etc. jamás hubieran consentido una cámara de “Producciones del Barrio”  frente a ellos. Siempre ganan.

Lo que quiero decir es que las entrevistas políticas de Jordi Évole  interesan, pero están lejos de ser poderosas, de provocar cambios, de causar algo más que el asentimiento del público, que constata lo que ya sabía de quienes se prestan a declarar lo que les interesa declarar; gente, por otro lado, que no peina un pelo de tonta.

José Mujica se encuentra prácticamente moribundo cuando Évole llega a la chacra del Rincón del Cerro, cerca de Montevideo,  a producir la segunda entrevista con el exguerrillero tupamaro, expresidente del Uruguay. La enfermedad le ha derrengado y se encuentra muy debilitado. Su imagen en la pantalla es la de un hombre en el final de su vida. Le cuesta pensar y le cuesta hablar;  le supone una verdadera hazaña levantarse de la silla y caminar tres pasos. Ya ante las cámaras le resulta imposible mantener el cuerpo recto, como si la tierra lo atrajese y en el pulso contra ella no pudiese evitar el final. Su aspecto, en definitiva, es lamentable.

A “Producciones del Barrio” , La Sexta, Atresmedia y al grupo Planeta les interesó entrevistar en ese estado a Mujica porque la muerte interesa. A la audiencia, es decir, a personas de carne y hueso como usted y como yo, nos interesa ver la decrepitud, la degradación física y la decadencia avejentada de los días previos a la agonía de uno de los grandes personajes de la política de las últimas décadas, con quien los más altos dignatarios hicieron lo posible por fotografiarse a su lado para absorber, cual vampiros, unos gramos de los valores que defendió y con los que vivió en coherencia. Somos así.

Por su parte Mujica se presta a la entrevista porque es generoso, porque es bueno, porque es hospitalario, y porque como político de raza sabe que debe aprovechar cualquier ocasión para difundir su mensaje, sobre todo a los jóvenes, a los que interpeló constante e insistentemente los últimos días de su vida. Alguien podría tacharlo de proselitista. Yo prefiero verlo como el último profeta de la decencia política; la última esperanza, la voz y el ejemplo que queda y no se olvida.

Évole pretendió ofrecer el programa con el marbete de “la última entrevista a Mujica antes de morir”, pero como dicen en Andalucía, se le atragantó un hueso. Lucía Topolanski, la esposa, se encargó de revelarnos que durante los últimos meses la chacra parecía una feria de autos, llegando y marchando con periodistas de todos los lugares del mundo. “Todos quieren verlo y hablar con él como si aquí tuvieran al monito del circo”, dice Lucía. En un momento de la entrevista incluso llega a explicar que tuvieron que expulsar a un autobús con unas treinta personas a bordo que querían fotografiarse con Pepe.

En el humilde salón de la casa, la presencia de Lucía durante la interviú es, como siempre, discreta, aunque se hace patente. En un momento, Évole, que ha cultivado siempre golpes de efecto instigadores de cercanía, confianza y campechanía, le dice a Mujica que tomaría ese trago que se prometieron en el encuentro anterior. Lucía se levanta y les alcanza una botella de licor y dos vasos. En ese gesto parece la esposa amantísima que cuida de su marido enfermo.

Mientras beben un sorbo, a Évole se le ocurre preguntar a Lucía cómo vivió la cautividad de su marido, si se sintió sola, si sufría pensando en lo que le estaría pasando, adjudicándole así, implícitamente, el papel de sufrida esposa que aguanta estoicamente los padecimientos del marido. Entonces Lucía le espeta: yo también estuve presa trece años. Sé por lo que pasó porque yo lo padecí. Yo también era guerrillera.

Estoy convencido que muy pocas personas que vieron la entrevista conocían a Lucía Topolanski. La figura de Mujica es muy poderosa; es de esas personalidades apabullantes, extraordinariamente carismáticas, que ocupa todo el espacio. Esa podría ser la razón por la cual los ignorantes como yo desconocíamos la vida y la trayectoria de su esposa.

Nuestra ignorancia quizás no tenga disculpa, pero la de Jordi Évole y su equipo, siempre tan exhaustivo en la tarea de documentar y preparar sus programas,  es sinceramente imperdonable. Tan sólo tenían que echar un vistazo a la Wikipedia. Pero claro,  sólo es la mujer consorte, la compañera fiel, la cuidadora abnegada, y eso era más que suficiente.

Con todo, entrevistar en dos ocasiones a José Mujica sin conocer la historia de Lucía Topolanski es un síntoma de la ignorancia sobre la vida, la existencia y la trayectoria política y vital del mismísimo Mujica, y por supuesto de la historia contemporánea de la república del Uruguay, a no ser que lo único que interese al periodista y al grupo mediático para el que trabaja es ofrecer al público esa imagen de viejo sabio encanecido que nos evangeliza y alecciona con sus frases de sereno búho sapiente. Así, de ese modo, construimos para nuestros adentros la imagen de lo imposible, de lo singular utópico, y nos esperanzamos en un mundo mejor y más justo. Y ya saben, la esperanza es el placebo de los humildes.

Pero ¿Quién es Lucía Topolanski? ¿Qué hizo Lucía Topolanski? ¿Dónde nació? ¿Cómo vivió? ¿Cómo llegó a la política? ¿Que la impulsó echarse al monte? ¿Qué cargos ejerció?

Hagan lo que no hizo Jordi Évole. Escriban su nombre en Google y admírenla. Me van a disculpar la maldad, pero estoy seguro de que Anna Gabriel sí la conoce. O no.

4 comentarios:

  1. Evole , lo
    mismo que
    todos los
    que se
    dedican,
    a lo que
    se dedica
    el, no es
    más, que
    prostituirse
    al mejor
    postor, el
    mismo que
    le dió la
    mano a
    Arnaldo
    Otegi,el
    amigo de
    asesinos,
    con respecto
    a Mujica, con
    el , se marcha,
    además de un
    verdadero
    izquierdista,
    un democrata,
    como no hay
    nadie , ahora
    mismo .

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    1. Un periodista tiene el deber de entrevistar a todos aquellos personajes que supongan un interés, ya sea para bien o para mal. Ese es mi parecer. Ahora bien, Évole, en su criterio editorial de selección y en el modo en que los aborda ha sufrido cambios en favor de un enfoque, si no amarillo, sí proclive hacia el objetivo de obtener audiencia.
      Gracias por tu comentario, Orlando
      ¡Salud!

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  2. Ya venía yo notando algo raro en las entrevistas de Évole, pero tu me has abierto los ojos que, por vagancia mental, no había abierto yo mismo.
    ¡OOOye! ¡FRASE REDONDA!. No se si es tuya o la has sacado de alguna cita, pero me la apropio en mi memoria para soltarla en alguna discusión sobre casi todos los aspectos de la vida. Me refiero a "la esperanza es el placebo de los humildes". Es tan rotunda como varias otras famosas como "la religión es el opio del pueblo" o "mal de muchos, consuelo de tontos".
    Gracias por los ratitos de reflexión que con tus textos me brindas.
    Un abrazo.
    J.C.

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    1. "No hay ha miedo sin esperanza ni esperanza sin miedo"
      La idea es de Spinoza. Mientras estamos pendientes de la esperanza, tienes miedo de que lo que esperas no suceda. Por eso es una de las principales herramientas de los políticos. La esperanza en realidad es miedo

      "Por lo dicho recientemente, entendemos qué
      es la esperanza, el miedo, la seguridad, la
      desesperación, el deleite y el remordimiento
      de conciencia. La esperanza no es, pues,
      otra cosa que una alegría inconstante, naci-
      da de la imagen de una cosa futura o de una
      pasada, de cuyo evento dudamos. El miedo,
      por el contrario, es una tristeza inconstante,
      nacida también de la imagen de una cosa
      dudosa. Además, si se suprime la duda de
      estos afectos, de la esperanza se produce la
      seguridad y del miedo la desesperación; a
      saber, una alegría o una tristeza nacida de la
      imagen de la cosa que tememos o que espe-
      ramos. De donde, el deleite es una alegría
      nacida de la imagen de una cosa pasada,
      de cuyo evento dudamos. Finalmente, el
      remordimiento de conciencia es una tristeza
      opuesta al deleite."

      Eso dice Spinoza. La frase es mía, pero surge de todo esto

      En cuanto a Évole, hace ya tiempo que está dentro, muy adentro. Trabaja para la misma cadena de Ferreras, no te digo más. No esperemos nunca una entrevista a Florentino o al mismo Ferreras. Las dos entrevistas a Bosé fueron de escándalo, con lo que estaba lloviendo...

      Y no le culpo, ni le juzgo, que haga lo que tenga que hacer, pero que no vaya de algo que no es, o al menos no le veamos como el periodista intrépido y crítico del siglo, porque no lo es, ni por asomo. Podría haberlo sido, pero ha tomado sus decisiones

      Gracias, como siempre, J.C. por atender a mis cosas
      Un abrazo fuerte
      ¡Salud!

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Muchas gracias por leer esta entrada y por tus comentarios.