Le explicaba al juez mi obsesión por hallar en las nubes
formas de animales. Le decía que me lo enseñó papá; que pasábamos tardes enteras tumbados sobre la hierba descubriendo vacas, ovejas,
caballos y a veces peces y todo tipo de aves. ¡Cuánto los he llegado a amar!
Pero fue en vano. Su señoría no lo consideró un atenuante y argumentó, muy
serio, que las familias reclamaban justicia y mirándome con cierto asco, o
incluso miedo, añadió finalmente que era su deber apartar de las calles
semejante depravación de la especie humana.
Tal perversión merece ser castigada, sí señor, ¡qué miedo que pululen libres entre la gente "normal"!
ResponderEliminarBuen finde Pobrecito.:)
Está muy bien tío (espero que no se enteren de que a mí me pasaba -y lo que es peor: me pasa- igual)
ResponderEliminarjajajjajaaj que bueno. Un abrazo.
ResponderEliminarBueno, en realidad el narrador no es ningún santo. El narrador tiene sus motivaciones para no ser demasiado normal, digamos...por lo cual, ante el juez y a la vista de los hechos debe ser condenado
ResponderEliminarY tambiénlas lágrimas de San Lorenzo... que no deja de ser un fuego fatuo tras el cual Julio Llamazarees intenta retornar a ... ñlo que fue...
ResponderEliminar¡Y qué difícil es verlas, Ana!
ResponderEliminar¡salud!
Podría rellenar espacio con frases cuerdas pero como estoy un poco loca, no digo nada.
ResponderEliminarBesos
Las frases locas suelen ser más sugerentes que las cuerdas Ester. Así es que no te cortes
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