De este modo, a los largo de las últimas décadas, tanto el Partido Comunista de España (PCE) como sus distintas federaciones, marcas, o coaliciones de las que forma y ha formado parte a lo largo de los años, tanto a nivel estatal como regional, legitima como ideas izquierdistas, revolucionarias y progresistas el mensaje y la actividad política de los partidos fragmentadores de la unidad de España y de su soberanía nacional.
Si de algo no se puede acusar a la editorial El Viejo Topo es de conservadora, derechista, neoliberal, o simplemente fascista. Y tampoco a Jorge Polo Blanco, autor de “Románticos y Racistas. Orígenes ideológicos de los etnonacionalismos españoles” un libro de lectura imprescindible para cualquier interesado en la cosa política, publicado recientemente por la mencionada editorial, por cierto, de orientación marcadamente marxista.
Desde mi humilde posición de lector y ciudadano de a pie, recomiendo muy encarecidamente la lectura de este libro a todos los responsables políticos, militantes de base y votantes de los partidos de izquierda nacionales o autonómicos. ¿Por qué? Porque al leerlo, si es que resisten el peso aplastante de su verdad, experimentarán su Quo vadis político particular; experimentarán una revelación y a partir de ese momento les resultará realmente difícil, por no decir imposible, ni tan siquiera comprender un poco los objetivos políticos de los partidos nacionalistas vascos, catalán y gallego.
Y es que el profesor Polo Blanco establece con todo rigor académico los cimientos ideológicos de partidos como el PNV, CiU, JXCat, ERC, BNG, HB, Bildu, CUP, que se asientan en la filosofía irracionalista e idealista alemana, en el romanticismo decimonónico más reaccionario y en las teorías etnicistas y racistas europeas procedentes del positivismo y del darwinismo de finales del XIX y principios del XX.
Nadie que lea el ensayo del Doctor Polo, y por consiguiente acceda a los textos publicados por los fundadores de los nacionalismos fragmentarios, podrá decir, en puridad, con la mano en el corazón, honestamente, que España es una nación de naciones, que los nacionalismos regionales o autonómicos se fundamentan en razones progresistas, que sus objetivos políticos, sus estrategias y su acción política son democráticamente comprensibles, o que la defensa de la unidad territorial del Estado es cosa de franquistas. Es más, si todavía albergan algo de los valores republicanos y de izquierdas, decidirán enfrentarse frontalmente a ellos políticamente.
Por eso, si se encuentran en esa situación de condescendencia hacia el secesionismo español, creyendo que así hace honor a su espíritu revolucionario, comunista y progresista, quizás no pase de la página 30 o de la página 40 cuando vea aparecer, uno tras otro, los nombres de un buen puñado de filósofos alemanes, reaccionarios, enemigos confesos y acérrimos de la Ilustración, soldados ideológicos de la contrarrevolución francesa, que con sus palabras y sus ideas, a la postre, acabaron alimentando ideológicamente el nazismo. Cuando lean párrafo tras párrafo su metodología consistente en la construcción vergonzosa de pasados legendarios, totalmente inventados, con el fin de insuflar y legitimar un pretendido espíritu del pueblo, una cultura vinculada a una raza, una lengua que nace antes de la humanidad, que da a luz, como una madre, a los hombres de un territorio determinado y que constituye en sí misma un valor étnico por encima de cualquier otra consideración; cuando lean, si es que pueden resistir tanta realidad -comprobada por la vía bibliográfica, sin trampas ni cartón- entonces, quizás, reclinen sus cabezas sobre el respaldo del sillón y dirán para sí, ¡Estaba equivocado!
Y si con la filosofía irracionalista, idealista y el romanticismo alemán no les basta, porque, qué se yo, “son tiempos muy lejanos y ahora todo es diferente”, sigan leyendo y llegarán a conocer en toda su crudeza los orígenes racistas de los nacionalismos fragmentadores peninsulares.
Encontrarán en esta segunda mitad del libro de Jorge Polo Blanco a una caterva de personajes históricos de nuestro siglo XX, prohombres todos ellos, cuya memoria actualmente da nombre a universidades públicas o a fundaciones universitarias; a calles, plazas y avenidas de ciudades vascas, catalanas, gallegas o incluso andaluzas (donde también se da el fenómeno nacionalista), para honrar y honorar el recuerdo de tan insignes ciudadanos que escribieron, sosegadamente, fríamente y difundieron con ardor perlas como esta de , Rovira Virgili, que con su excelso nombre bautizó la Universidad pública de Tarragona. (Rovira i Virgili fue president del Parlament de Catalunya en el exilio y diputado por ERC)
“Si en el nordeste de la península predomina un tipo craneano diferenciado, los catalanes no vamos a deformarnos el cráneo en aras de la unidad espanyola” (“El nacionalismo catalán”)
O esta otra, de Valentí Almiral, uno de los ideólogos más importantes del catalanismo político, quien escribió “La raza que ha sido y sigue siendo la predominante, la castellana, es impotente para levantar la nación; Los defectos que muestra [la raza catalana] le han sido contagiados; para regenerarse ha de deshacerse de todo lo postizo que le ha sido impuesto” (“Lo catalanisme”)
El reverenciado Francesc Macià no le va a la zaga a los dos anteriores. “La gitanada inmensa de una “clase” de gente que lleva gangrenando Barcelona desde hace tiempo; todo este pudridero de barrios bajos en descomposición, en donde se engendra la maldad y el “microbio” y donde se extiende ufana la “cualidad” de una raza… (…) Y de los barrios bajos que hemos señalado –y al decir barrios bajos quiero decir España– son hijas todas las prostitutas de calle y de cabaret que envenenan la vida de nuestra juventud.” (Inmundicias. ‘Revista l’Estat Català’)
Por no causar más daños oculares, dejo la copia de citas. La lista de políticos nacionalistas racistas es larguísima. Cualquiera puede leer más barbaridades vascas, gallegas o catalanas del mismo jaez en el libro “Románticos y Racistas” de Jorge Polo y también en el blog “racialistas catalanes” https://racialistascatalanes.home.blog/ que recoge con prolijidad más ejemplos ilustrativos de lo profundamente progresistas, revolucionarios e izquierdistas que eran los padres del nacionalismo catalán.
Finalmente, me gustaría señalar que al autor de esta obra de imprescindible lectura no le basta con inventariar, analizar y comentar las fuentes que nos ofrece como prueba irrefutable y demoledora, vacuna contra cualquier veleidad filonacionalista, que sólo causará efecto si somos honestos con nosotros mismos y coherentes con nuestras convicciones políticas.
Porque Polo Blanco nos muestra sin complejos su enfoque y su visión política como un valor de la izquierda en torno al tema territorial. Y este no es otro que la defensa a ultranza de la unidad indivisible de España como realidad política expresada en una única soberanía de la que es valedor y dueña la ciudadanía de todo el país. “No hay nada más público que el territorio de una nación”, afirma el autor.
Además, y siguiendo al filósofo Gustavo Bueno, niega la concepción de la nación española como una nación de naciones, el invento del cacareado estado plurinacional, pues desde el punto de vista racional y materialista histórico, es imposible la soberanía compartida. La soberanía se tiene o no se tiene, pero no se comparte. Tan dueño del País Vasco es un ciudadano de Extremadura como de Barakaldo.
Polo tampoco tiene reparos en desplegar toda una serie de argumentos que responden a aquellos que niegan la existencia de la nación española ofreciendo objetivamente la constatación de su realidad política desde la época de la Ilustración al calor de la Revolución Francesa, frente a los nacionalismos etnicistas fragmantadores, que surgen casi dos siglos después, al hilo del idealismo y del romanticismo alemán más reaccionario, para que las clases privilegiadas pudiesen afrontar los cambios que provocaba la Ilustración y, un poco más tarde, como dique de contención del pujante movimiento obrero
Quien esto escribe no quita ni pone coma al libro de Jorge Polo Blanco. Vale mucho la pena leerlo.
Gracias, seguiré leyendo.
ResponderEliminarEster
Gracias a ti.
EliminarEres un valiente. Besos
ResponderEliminarNo. Allí, donde tú vives, sí que hubo gente valiente. Allí, donde tu vives, escribir algo así era jugarse la vida
EliminarUn abrazo, Belén
¡Salud!
A los marxistas-leninistas nos ha perdido el internacionalismo, a la hora de contemporizar con estas ideologías tan apartadas de nuestro credo.
ResponderEliminarAl principio no dimos importancia al nacionalismo de estas gentes, pensando que eso no iba con nosotros que entendíamos el mundo dividido en clases y no en países y apoyamos el espejismo ideológico de aparente izquierdismo y de liberación del ser humano que en su lucha contra la dictadura esgrimían.
Cuando nos quisimos dar cuenta, nos habían ganado por la mano y nos condenaron a la práctica desaparición. Ahora ya es tarde para los replanteos porque no se nos tiene en cuenta ya.
Ahora bien, el nacionalismo español es tan contraproducente como el otro y no se puede imponer, a estas alturas, "manu militari".
Estamos donde estamos.
La ideología romántico y racista ha aprovechado el hueco de la apatía de una sociedad profundamente irreflexiva e infantilizada y se ha implantado fuertemente. No nos queda nada mas que entendernos con sus "popes" y tratar de seguir conviviendo (como nación de naciones o como sea que se quiera llamar) y luchar por la utopía de una sociedad mas justa en la que las fronteras, las razas y demás separaciones artificiales entre seres humanos, vayan desapareciendo.
Que bonito sería que surgiera un gran movimiento que pretendiera llegar a la federación ibérica en vez de las "taifas" actuales.
Gracias una vez mas por tus reflexiones.
J.C.
Por supuesto que cualquier tipo de nacionalismo es nefasto. El español, rancio, bebe de las mismas fuentes que el resto. Dicho lo cual, no cabe ninguna duda de que la izquierda ha vivido acomplejada ante los nacionalimos fragmentarios por renunciar precisamente a los valores de una españolidad republicana fundamentada en la soberanía nacional vinculada a la ciudadanía. La izquierda ha comprado el marco político y, como se dice ahora, un relato interesado que pasa por vincular partidos con naciones, y a partir de ahí... todo está perdido.
EliminarUn abrazo fuerte, JC
¡Salud!
Una sociedad valente tendria este libro como referéncia. Tus reflexiones aportan luz ante un puñado de sombras interesadas.
ResponderEliminarMuchas gracias J.P.
EliminarSoy nuevo en estos lares, pero como veo que hay una conversación que me interesa y con buenas maneras, me atrevo a intervenir. Resumidamente: comparto los recelos a todos los planteamientos nacionalistas que se hacen, especialmente a los de territorios más pequeños porque, en el mejor de los casos, significan un intento de retrotraer el avance de la Humanidad hacia el tiempo de las tribus, lo que no puede ser más reaccionario. La disputa entre los nacionalismos periféricos de España y el de España se enmarca en el anterior escenario. Cierto que hubo un intento, igualmente reaccionario, de la dictadura franquista de someter a los periféricos, pero la transición significó la creación de un sistema de responsabilidades compartidas, con un cogobierno que suponía superar aquélla contradicción y que, en algunos casos, permitió la construcción de organizaciones en las que no importaba el origen, sino la cercanía de pensamientos, situaciones y necesidades para afrontar los problemas de la convivencia con respeto a las identidades de cada cual y con voluntad de reducirlas a un plano que no impidiese la cooperación y el trabajo conjunto. Los intentos de Ibarretxe y el actual de Cataluña han hecho reaparecer, como no podía ser de otra manera, al reaccionarismo español, por mucho que éste hoy sea escasamente significativo (¡unos miles de personas en Madrid donde hace 6 millones!). Y al mismo tiempo, con los privilegios que se buscan, hacen crecer las diferencias entre las regiones y arruinan todo el trabajo de las décadas anteriores. Me parece un retroceso histórico, aparte, por supuesto, de algo incomprensible desde el punto de vista de la unidad de la izquierda: es que ni Podemos se siente parte de Sumar, cómo va a sentirse parte de un proyecto de convivencia en España. Pero este proyecto de España es solo un paso en algo más lejano: una cercanía europea, primero, y luego de la Humanidad, que sería lo ideal. Pero, siendo algo práctico, hay que empezar a construir cómo nos entendemos poco a poco. Crear diferencias artificiales (¡no hay diferencias entre castellanos, andaluces, catalanes, vascos, gallegos, murcianos.... en lo esencial: el deseo de libertad, de felicidad, de condiciones de vida normales, de relaciones amistosas...). En fin... es el comienzo.
ResponderEliminarPues sea usted bienvenido y disculpe la tardanza en responder, aunque más que una respuesta es un asentimiento a todo su comentario. Mejor no lo puede explicar
ResponderEliminarMuchísimas gracias por pasar por aquí
¡Salud!