jueves, 9 de junio de 2011

Pan

¿Quién dijo que los hombres no podemos hacer dos cosas a la vez?: Al mismo tiempo que oraba por el alma obesa del pobre viejo diabético, ponía toda mi atención sobre la rebanada de pan que colocó el camarero sobre mi mesa y, al verla, me puse a pensar en la política, en las ideologías o en las ideas. Los tres son conceptos bien distintos, aunque forman parte de lo mismo. De modo que le pedí ayuda a un magnífico porrón rebosante de vino fresco. Éste, amplio de pitorro, me inspiró la que podría ser, a partir de ahora, el hilván de una nueva teoría global que pondrá fin a la desorientación del hombre moderno y nos indicará el Norte o el Sur, el Este o el Oeste, algo, algún rincón donde ir y donde encontrar un poco de sentido, o en su defecto (si no es pedir mucho) el argumento del capítulo final, para saber, al menos, a qué atenernos.

La mejor manera de comerse una buena "llesca de pa de pagès" es tostarla al calor de unas buenas brasas, lo justo, ni mucho ni poco. Después se debe escoger de una rama el más maduro de los tomates rojos, cortarlo por la mitad y restregarlo sobre la rebanada en toda la extensión de la miga, hasta que ésta cambie de color. Antes, alguien, en algún lugar de la casa, ha estado moviendo el mortero dentro del almidez hasta ligar un sabroso all-i-oli. Cuando lo tengamos sobre la mesa dispondremos de una cuchara con la que lo extenderemos a lo largo y ancho del pan que -recordemos- previamente estaba humedecido con el tomate. Ya solamente queda mirar la obra, fraguarla en el paladar y comprobar que nuestra imaginación concuerda con el sabor real del pedazo que nos llevamos a la boca. Habitualmente las espectativas se cumplen y la sencillez esencial del trigo, el tomate, el ajo y el aceite nos proporcionan momentos capitales de pecado que nos delatan como gulafres clandestinos que han permanecido al acecho, en la penumbra del régimen, para vivir y gozar de su momento.

Por eso, como todos nos dejamos llevar por las bondades de la mezcla de sabores compuesta por un par de capas sustanciosas -a priori inofensivas- no reparamos en que, al masticar, lo único original que queda de la rebanada es la corteza, la cual, al crujir y a veces arañar levemente las encías, nos recuerda que estamos comiendo pan.

¿Y la política? Buena pregunta.

6 comentarios:

Juan Manuel González Lianes dijo...

La política de apreciar las cosas pequeñas, aquellas que nos proporcionan la pizca de felicidad que nos arrebatan las grandes.

ESTER dijo...

El pan con tomate está muy bueno, pero.............

Pan era, también, el dios de la fertilidad y de la sexualidad masculina desenfrenada. Dotado de una gran potencia y apetito sexual, se dedicaba a perseguir por los bosques, en busca de sus favores, a ninfas y muchachos.


Un saludo, NENA

Joeller18 dijo...

¿Mucho alioli? ¡Viva el colesterol!

Como en la política, siempre tiene que haber alguien jodiendo.

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Querido...
si hasta el pan nos lo han convertido en objeto de diseño.
Lo que siempre (en los pueblos) fue labor secular y primordial, ahora en las ciudades se ha convertido en signo de distinción...
Comprar en Crusto u otros establecimientos es....
Adoro la novela de BÓll "El pan de los años mozos". Y compro en el LIDL un preparado (harina) que me permite hornear un par de panes de semillas por el módico precio de 1euro, con lo que me da para hornear dos panes...
Kisses!

Ana Rodríguez Fischer dijo...

Ah! Se me olvidaba la política....
Esparadrapo en la boca y arreando!

El Pobrecito Hablador del Siglo XXI dijo...

Vuestros comentarios enriquecen la 'llesca'.

¿Alguien come pan sólo? (Y luego dicen que el acento en SÓLO, o su ausencia, en SOLO, no es necesario)

Hasta en las más sencilla de las cosas necesitamos de artificios que nos hagan olvidar la realidad. La vida es la corteza, lo demás engaño, que nos tragamos relamiéndonos.