Según me explican, hace ya unos cuantos años, cuando empezaba el nuevo curso en cualquier colegio de España, el maestro o la maestra pedía a sus alumnos que redactasen en unas cuantas líneas lo que habían hecho en vacaciones. Era la redacción del verano, que tal y como me han contado, iba más allá del puro ejercicio lingüístico y gramatical, o del viejo recurso con el que romper el hielo los primeros días de clase para empezar a conectar con los niños. Y es que la redacción de las vacaciones era, en realidad, un valioso estudio sociológico, un mosaico fotográfico escrito en el que se podía adivinar el nivel económico, la clase social y, sobre todo, cuan felices o desgraciados podían llegar a ser los niños que tenían que llenar, de sol a sol, más de 90 días sin colegio. Las redacciones podían ser del estilo: "...y me bañé en la alberca de la tía Pilar con Juan el del Pinto, Perico el del tio Jaime y con un niño pera que vino de Madrid. A este le hicimos unas buenas aguadillas porque era un pardillo..." O esta otra: "Fui al pueblo de mis abuelos y me bañaba en la alberca que estaba cerca de la casa que era de una señora que siempre vestía de negro con unos chicos del pueblo que eran un poco brutos y que a veces querían ahogarme...". O también: "...el mar es azul y grande y hay olas que es cuando es divertido bañarse pero papá se enfada si me meto muy adentro" y, por qué no, esta otra "...cada día iba a por agua, regaba el huerto, ayudaba a padre acarrear la hierba, trillar la cebada, limpiar la cuadra, y una noche parió un becerro y mamá hizo calostros, y en el baile del día de la virgen una niña con lazos en el pelo me miraba todo el rato..." o, por acabar "nos hicimos una cabaña debajo de las obras de los pisos nuevos, donde antes estaba el prado de Benito y Santi se cayó por el andamio y se lo llevaron al médico y aluego nos dijeron que se había roto un brazo y a los dos días le vimos y le pintamos nuestros nombres en la yeso que le pusieron pero también nos dijo Santi que su padre después le hinchó a hostias..."
Detrás de cada historia había un lugar en el qué vivir, un modo de vida, un descubrimiento, la confesión clara y sincera de la procedencia social y geográfica del niño que se esmeraba en escribir sus andanzas o sus obligaciones de los cálidos días del verano; y quedaba también al descubierto, al trasluz de sus palabras, cómo se ganaba la vida la familia, si emigró, si emigró y además prosperó, si tenían posibles, si la prosperidad los desarraigó por completo y la familia cambió una alberca por la playa, si no les quedó otro remedio que quedarse en el pueblo , si las raices todavía latían aguardando una vuelta ansiada...
Yo nunca escribí una redacción de vacaciones. Si me la hubiesen mandado habría escrito sobre una mocita que me tuvo loco en Corella, o sobre las correrías a caballo que tuve la oportunidad de disfrutar, junto a una francesita, por los campos verdes de La Provenza, cuando mis papás se exiliaron. Aunque por entonces escribía mejor en francés que en español, con lo cual, el padre Avalos (escolapio de San Antón) no se hubiese enterado de nada y, quizá, hubiese interpretado mi ejercicio como una afrenta contra él, España y su graciosa Majestad Don Fernando.
Ignoro si todavía se escribe la redacción de las vacaciones. Mucho me temo que no. No debe entrar dentro de los nuevos métodos pedagógicos. Para aprender a redactar de manera innovadora los niños ya cuentan con el teléfono móvil. De cualquier modo, a mi me apetecía desquitarme, me apetecía escribir mi primera redaccción de las vacaciones.
Vuelvo mañana