miércoles, 26 de septiembre de 2007

El hacha de Dostoviesky (y IV)


Perder el tiempo y caer siempre en las mismas historias y en los mismos temas (como yo llevo haciendo toda una semana) son los dos peligros a los que arriesga cualquiera que ejerza la literatura en sus dos ramas: la creadora y la lectora. Alguien podrá cantar la canción de que hay escritores que dejaron su vida en el empeño y que un poco de respeto. Pues con más razón, si no fuera porque alcohólicos, criminales, sifilíticos, esquizofrènicos, bohemios de medio pelo, pendencieros, criminales, sinvergüenzas, fumadores, infieles, promíscuos, militares, aventureros... pocos perdieron la vida por escribir. Sí por beber, por follar sin precauciones, o porque enfermaron sin más, pero ninguno por escribir. Sólo a Balzac le salió alguna que otra variz por escribir de pie, para no quedarse dormido.

Así es que es verdad, por escribir o por leer no pierde nadie la vida. Los peligros literarios son mucho más prosaicos, pero no por ello menos dañinos. De hecho, bien mirado, estamos ante un peligro colectivo, ante una pandemia de proporciones dramáticas ante la que no hay vacuna ni antídoto posible. Miles de años, miles de mujeres y hombres explicando las mismas tres o cuatro cosas a millones de personas, sin visos de que alguien pueda hacer algo por evitarlo.

El hacha de Dostoviesky cayendo, como sádico péndulo, sobre la cabeza de la misma vieja usurera. Cada día. Cada año. Abriendo siempre la misma brecha. Provocando un reguero de sangre entre alaridos de terror. O el puñal sobre el pecho, los pulgares presionando el cuello, la pócima en el anillo, dos sables entre caballeros, el monstruo terrible, los designios malvados de los dioses, la familia contra el amor sin fin, el pueblo contra el tirano... todo está escrito, todo está explicado, todo está leído.


Y aún así continuamos leyendo, perdiendo el tiempo y alguna que otra lágrima; continuamos leyendo que una vieja hija de puta muere a manos de un estudiantillo desorientado.


Solamente hay una manera de librarse : colocar la cabeza bajo el filo del hacha y salvarle la vida a la vieja
.

Vuelvo mañana
(Si todavía hay alguien que me aguanta)

martes, 25 de septiembre de 2007

El hacha de Dostoviesky (III)


Otro de los peligros que acecha constantemente a cualquier persona que ejerza la literatura tiene que ver con escribir palabras, unirlas y crear con ellas frases que puedan tener cierto sentido y que unidas a otras frases formen un pàrrafo, el cual, a su vez, y con ayuda de la llamada complicidad lectora y de los exicipientes que cada escritor gusta utilizar (nocivos o no ), construyen todos juntos una novela. O sea que, este peligro, con lo que tiene que ver es con la creación, con explicar graciosamente, artisticamente, comercialmente, una historia cuyo contenido vaya más allá de la puerta que encierra nuestra imaginación, nuestros sentidos, nuestros miedos, nuestros anhelos y nuestros etcéteras. Amor, ambición, envidia, poder, muerte... y poca cosa más. De ahí que ponerse a escribir hoy en día sea un ejercicio poco más quie temerario. ¿Qué va a contar uno a estas alturas de la Historia?

Unos cuantos de centenares de miles de títulos se publican cada año, solamente en España. El país está lleno de suicidas y de derrorachadores de tiempo, de gente que arriesga anualmente su prestigio intelectual a costa de dar a conocer a miles de lectores que se lo tragan todo, historias que han imaginado o que han vivido. Maldita complicidad lectora: yo escribo algo que ya está explicado desde hace unas decenas de siglos y vas y te lo lees, y además me admiras y me pides que te firme un ejemplar.

Porque en realidad de esto va la cosa. Alguien mueve la maquinaria del ego y del dinero para que siempre haya un primo dispuesto a vender su imaginación de humano a quienes de verdad son responsables de esta espiral sin fin. De hecho ese podría el tema de una buena historia por escribir, aunque, no les quepa ninguna duda, seguro que ya habrá sido contada.


Todavía hay quien dice que cada época ve y explica el mundo que le toca vivir y que, por tanto, toda obra es original si explora y saca a la superficie las corrientes subterráneas de la sociedad en que ha sido creada. ¡¡Ja!! ¡¡Bonita frase!! Dostoviesky colocando un hacha en la mano de un estudiante que le abre la cabeza a una vieja usurera. Siglo XIX, momento prerevolucionario en el que además se escribieron miles de palabras en busca del tiempo perdido, infidelidades, feminismos de primera mano, avaros, ambiciosos, amantes hasta la muete (como yo, per mi historia no la contó nadie)...


Busquen en el siglo XX y en XVIII y en el XVII; vayan poniendo palitos, equis y uves donde ustedes quieran: una espiral sin salida, sin fin; un laberinto que se construye
en el tiempo, a si mismo, con los mismos materiales, y en el que a fuerza de caminar y caminar hemos perdido por completo la memoria de haber andado ya el camino, siempre el mismo camino.

Vuelvo mañana

lunes, 24 de septiembre de 2007

El hacha de Dostoviesky (II )

Así que en eso estábamos, en que la lectura, inmisericorde pérdida de tiempo, es uno de los peligros de la literatura. Al final de tus días te mueres y no tienes más que un par de miles de novelas sobre los ojos y las estanterías, las gafas abandonadas de lector cansado sobre la mesa y el recuerdo para los tuyos de soñador empedernido, en el mejor de los casos, o de medio loco, esquivo y esquizo en las más de las veces. A lo sumo, por ser benevolente, el lector se lleva al otro mundo algunas decenas de mundos e historias extraordinarias atesoradas y 40 ó 50 palabras más en el patrimonio léxico personal que la media de mortales.

Siempre cabalgando, muerto, despierto, vivo, dormido; causa de risas y objeto de insultos, desprecios e incomprensiones. No será para tanto, pero un lector muerto es un lector muerto, lo mismo, igual, exacto a un hombre muerto, que es lo que yo soy, pero con segunda oportunidad, la cual aprovecho para lanzar un aviso a los cuatro vientos: lean si quieren, ejerzan, pero deben saber (se lo recuerdo de nuevo) que no les va a servir para nada. Para confirmar mi afirmación tan solo es necesario quen lean. Los positivistas de turno me darán la razón si antes leen, aunque sea un poco. Lean y comprueben como después de finalizar la primera novela no ocurre absolutamente nada.

Para terminar esta (también) inútil proclama, deshechen todo manual, libro, decálogo que aconseje o promueva la lectura. En contra de lo que se pueda pensar, estos libritos suelen ser efectivos ya que quien los lee suele ser es, frecuentemente, un ávido lector y los utiliza para llenar su saco de argumentos con los que afirmarse en su estatus de lector. Estos libros, en realidad, son espejos a los que algunos insensatos se les ocurre girar hacia el sol para llamar la atención y lo que consiguen es cegar a medio pueblo y cabrear al personal,. que acaba por linchar a todo impreso de papel con letras en una hoguera espontánea al más puro estilo "Farnheit 471", lo cual, bien pensado, no estaría nada mal.

Vuelvo mañana

jueves, 20 de septiembre de 2007

El hacha de Dostoviesky (I)

El ejercicio de la literatura conlleva algunos serios peligros o, digámoslo de otra manera, para no alarmar, algunos serios inconvenientes - más bien, efectos secundarios. Uno de ellos viene dado, directamente, por el mismo hecho de la lectura y es el desperdicio, el derroche, el arrojo a manos llenas de tiempo a la basura sin que nos importe separar plástico, latas, vidrio, papel o materia orgánica; calidad o pastiche; policiaca o "En busca del tiempo perdido": el mejor aviso que nadie que se dedicó a esto pudo ofrecer al mundo y, en especial, a almas de cántaro como yo, quien en la cúspide de máxima tensión narrativa de la mejor de las novelas rusas, hace un alto en la lectura, fija sus ojos en el cielo y es capaz de derramar una lágrima por la vieja usurera que muere víctima del hachazo inmisericorde del estudiante Raskolnikov. Esa lágrima, en realidad, es el aviso que la naturaleza nos brinda para que seamos capaces de traducir su señal inéquivoca que nos dice que estamos perdiendo el tiempo. que ni una sola de las palabras enlazadas dentro de sublimes frases, ni uno solo de los párrafos que nos han permitidio viajar décadas de tiempo, vivir experiencias que ni soñando podriamos vivir, nos va a servir para una puta mierda.

He aquí el primer peligro: Leer la obra completa de Dovstoviesky, por poner un ejemplo, no sirve absolutamente para nada. A lo sumo, para desperdiciar de manera pecaminosamente insostenible 30 días de la vida de cualquier ser humano. ¡Válgame Dios! ¡Tal y como están las cosas! Porque, seamos sinceros. ¿Qué es lo que realmente ocurre cuando pasamos la última de las páginas del mejor de los libros que podamos imaginar leer? Si el lector está avezado en la lectura, saldrá al balcón, encenderá un pitillo y entre chupada y chupada reflexionará sobre el final, las motivaciones de unos y de otros, la voz narrativa, el estilo, el tema (solo a veces) y, antes de lanzar la colilla -que ejerce la misma función que el clitoris o el pene en la masturbación- se esfuerza en guardar en su memoria, durante dos o tres días, el nombre del héroe o de la heroina. Al tercer día, ya enfrascado en otra novela, si te he visto no me acuerdo. Suelen quedar muy bien los escritores de fama que al comentar algun libro ajeno lanzan frases, máximas y citas aquí y allá, en suplementos dominicales y tertulias radiofónicas; pero es que éstos juegan con ventaja porque su tiempo es la literatura misma y no es de este mundo, o porque directamente tiran de negro o de agente machaca que les tiene catalogadas centenares de frases afortunadas, bien ordenaditas, por temas de actualidad o de pensamiento, o de sentimiento, según la imagen que quieran dar de sí mismos. Por ejemplo: para los de aire nostágico, tirando a tristones, de rictus serio y chispa inteligente (a mi estos me encantan) no hay nadie como Kafka o Pessoa. Para los filósofos metidos a polemistas, ya sensentones y grandes masturbadores, muy mirados de su ombligo, lo mejor es Julio Verne o el mismísimo Stevenson. Si de lo que se trata es de pintarte con trazo oxeniense, bien metido en declinaciones y lana merina a cuadros, sentado en púrpuras butacas y fumando pipa, lo mejor es citar frases de detective de novela policiaca, algo del guión de "Casablanca" o, directamente, inventarse autores encontrados en librerías de viejo (inglesas, claro). Si el autor en cuestión pretende parecer sumamente sensible, la más delicada de las criaturas de Dios, el alma frágil con cierto tufillo a viciosillo, ahí debe aparecer el inventario catuliano con unas gotas Kavafis, sin olvidar el toque andalusí. Aunque aquí, en España, pudimos encontrar también estilos más castizos, más genuinos, y ya fenecidos, que son los de aspirante a noble pedorro o el arrinconado quevedo de siglo XX con bufanda al cuello. Estos solían aludir a sus capacidades intestinales o al dulce tamaño de pera de los pechos puberes que siempre quisieron tocar. A estos, agradecimientos sin límite, por siempre, allá donde estén, por mostrarse tal y como eran para así poder odiarlos sin cargo de conciencia.

De todos modos, aquí, en España, lo más es citar a Ortega. Le va bien a todo el mundo. De hecho no entiendo como a nadie se le ha ocurrido editar un libro de citas del reaccionario de Don José, mencionado y admirado, dicho sea de paso, a izquierdas y a derechas, y siempre en boca de escritores, políticos, clérigos (!Dios Santo¡) estudiantes y estudiantillos, que es el escalafón más bajo de las personas que frecuentan las numerosas casas de citas que existen en nuestro país. Vuelvo mañana

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Al otro lado


En realidad el escaparate està al otro lado del cristal. No sé si me explico.
En realidad, el espectáculo de la televisión está del otro de la pantalla. No sé si me explico.
En realidad este blog ( o como quiera que se llame) está en los ojos de quien lo lee. No se si me explico.

Mi muerte, en realidad, estaba en el lugar contrario al del cañón, según se coloca la pistola en la sien. No sé si me explico. Aunque de mi muerte hay más de un responsable: en aquella época habría que que ir a buscarlo al otro lado de las páginas de los periódicos. No sé si me explico.

No me hagan mucho caso. Hoy estoy al otro lado de una botella, no sé si me explico

Vuelvo mañana

viernes, 7 de septiembre de 2007

Una puta de carretera

En mis tiempos, hace ya 200 años, cuando decías, escribías, gritabas, o susurrabas, o incluso soñabas con la palabra Libertad, en cualquier lugar de España, te arriesgabas a perder la vida. Así, como suena. Hoy día esto mismo ocurre en innumerables lugares alrededor del mundo, en donde hombres y mujeres valientes, comprometidos, sacrifican su futuro, su familia, su integridad física en la lucha por la Libertad. Torturas terribles, prisión, injusticias, depresión infinita y eterna son algunos de las consecuencias que estos valientes sufren.

Hoy, en España, afortunadamente vivimos en Libertad. Podrán,quienes quieran, ponerle comillas a la palabra, podran quienes quieran hablar de otros modelos más justos, que por cierto están todavía por ver, pero que en España vivimos en el mejor de los escenarios posibles de este mundo global no hay quien lo pueda poner en duda. Se puede llorar por todo, y a todas horas, pero solo hace falta dar un vistazo al mundo para valorar objetivamente lo que tenemos y como vivimos. Ya lo escribí hace unas semanas, robándole la frase a Chantal Malliard: "El gran pecado de Europa es la tristeza".


Precisamente, uno de los llantos más habituales es el Nacional, ya sea rojigualdo, estelado, cuatribarrado, el de la cruz de San Andrés sobre fondo rojo, el de fondo blanco y diagonal azul, el de Blas Infante o el de los Comuneros. Tanto da. Todos lloran por lo mismo: por la falta de Libertad.
Hoy leía esto en una página web institucional "Un any més ens reunim, en el marc de la Diada Nacional de Catalunya, en la Festa per la Llibertat, acte de celebració popular promogut per una societat civil que, amb voluntat transformadora, construeix lligams i complicitats per treballar junts per a un futur millor per a aquest país."

Ya ven: La Festa de la Llibertat, acte popular de la societat civil amb voluntat transformadora. ¿Qué significa societat civil amb voluntat transformadora? ¿Que quieren transformar?. ¿Se trata de hacer la revolución? ¿Nacionalismo y socialismo no son contradictorios?. ¿Quien compone esa sociedad civil?. No se aclara. Pero sigo.


Tres párrafos después ( los pueden leer en http://www.11setembre.org/manifest.php ) cuyo contenido es claramente político y que apunta al ideario de algunos partidos (quiero decir, que de sociedad civil nada de nada ) se dice lo siguiente
:

"La nostra commemoració de l’11 de Setembre té un caràcter festiu i popular, però també reivindicatiu. És per això que, en el marc de la Diada Nacional de Catalunya, exposem:
Primer. El poble català es troba en unes circumstàncies difícils. Per això, avui, reclamem un acord nacional de les forces democràtiques i catalanistes que enforteixi l’autogovern, reforci la identitat i garanteixi el futur de la llengua."

Seguramente se refieren a las dificultades que tiene el poble català para pagar la hipoteca (yo no porque estoy muerto y vivo en cualquier sitio). O a las dificultades para trasladarse en tren por la provincia de Catalunya. O a la sequía, o al cambio climático debido a un desarrollo insotenible, o a los contratos basura, o a la televisión basura, o al fracaso del sistema educativo, o a las listas de espera de los hospitales, o a los mileuristas, o a los que su meta es ser mileurista...

Y a esto lo llaman la Festa de la Llibertat. Llibertat, bendita palabra, manoseada como una puta de carretera.

Hubo un tiempo, no muy lejano, en que los abuelos decían a sus nietos, y los padres a sus hijos: "Falta tendríais que pasar" "Otra guerra tendría que venir"...


Pues eso. Bendita Libertad.

Vuelvo mañana

martes, 4 de septiembre de 2007

Ahora es el momento (Para Sergio)

Hace unos días finalicé la lectura de una novela de la que siempre voy a acordarme. Una novela escrita en primera persona narrada por un adolescente de 17 años ( de los de antes. Esto de la edad y las etapas de la vida es como las pesetas) que descubre el mundo, se descubre a sí mismo, rompe con todo y se dispone a buscar qué hay más allá de la burbuja de miedo que le proteje y le ahoga. Hasta aquí nada que pueda resultar novedoso.

Porque a primera vista todo parece más que conocido en "Ahora es el momento", del americano Tom Spanbauer. Cuando compré el libro estuve a punto de no hacerlo pues la contracubierta explicaba más o menos lo que ya he explicado. Aún así lo hice porque la novela no estaba retractilada, sellada con plástico (siempre desconfío de algo que me venden y no veo), y pude hojear las primeras páginas. Me llamó la etención un estilo y una forma muy directa, con frases cortas, evitando rodeos y perífrasis inútiles: justo como contaría algo una persona a punto de cumplir los 18. (Más adelante explicaré - porque luego caí en la cuenta - el secreto de esta manera de escribir, la clave de todo)


Finalmente, el 16 de Agosto de 2007, en el área de servicio "Tudela" de la autopista en la que viajaba precisamente de vuelta al recuerdo, a mi adolescencia ( maravilloso azar), compré "Ahora es el momento" de Tom Spanbauer, nacido en Idaho en 1946; cuatro novelas publicadas, esta es la última, cuya primera edición es del año 2006. Si hacemos cuentas vemos que Tom no es precisamente un adolescente. Un autor puede ponerse en la piel de un niño, de un viejo, de una mujer (si es un hombre) o de un hombre (si es una mujer), incluso haste de un muerto (¡ qué me van a contar!), pero ponerse en el pellejo granuloso, impertinente, introvertido, maleducado, tosco, cerrado, hermético, inseguro, gregario, individualista, rebelde, curioso, pendenciero, cobarde, valiente, vanidoso, inexperto de un adolescente de finales de los 60's tiene cojones. Y es que lo que le sale a Spanbauer a sus 60 años no es una novela de chico que se enfada con sus padres y se va de casa a descubrir el mundo mientras aprende a fumar.


A mí, la novela "Ahora es el momento" me ha entrado en las tripas a través de uno de los recursos más antiguos que se conocen: utilización de frases simples (sintácticamente, quiero decir), uso de epítetos que se repiten una y otra vez para identificar, recordar o referenciar sentimientos espacios, personas y situaciones y , finalmente, disparo al corazón, a las entrañas del lector cuando la situación lo merece, cuando es necesario hacerlo para cargar de sentido, de tema, todo lo que se explica: pura Edad Media, el secreto del cantar, de la epopeya, del romance. Yo, hombre de corta memoria, sería capaz ahora mismo de describir una por una las situaciones en las que vive y se maneja el propio Rig John en primera persona tal y como pudieron hacer también los habitantes que vivieron en las Castillas del siglo XII con las andanzas del Cid y que pudieron escuchar el Cantar . (¡Qué vínculos tan extraños.!).

Más allá de todo esto, que ahora que lo pienso tampoco tiene ningún interés, la novela me succionó como la boca del mismísimo George Serano, otro de sus personajes principales. Leía y leía y veía en muchas páginas (o creía ver), escenas, tópicos, lugares comunes de la iconografía "american way life" que ha llenado el mundo de la mano de personajes interpretados por Jeames Dean, Marlon Barndo, Dustin Hoffman y hasta el mismísimo John Travolta. Familias de paletos granjeros con hijos puberes saliendo del cascarón enfrentándose al peligroso matón de barrio o de la High School , todo ello aderezado con los chocantes tupés sesenteros, porros hippies y títulos de canciones míticas interpretadas por Jimmy Hendrix o Elvis Presley pasando por los Beatles o Simon and Gartfunkel.

Pero están Rig John, narrador y protagonista, Billie Cody, el indio George Serano y su abuela Aquee, el señor y la señora Kleusner, los mexicanos Acho y Flaco, la señora Cody, Jhon Lardino y la pesadilla de Chuck... que existen, viven, respiran, que juegan cada uno su papel en el circo de la vida que se planta, esta vez, en Pocatello (Idaho). El mundo es Pocatello y ellos son sus únicos habitantes, que nos enseñan los valores de lo mejor y lo peor; que nos muestran sin tapujos qué es el AMOR, el ODIO, la AMISTAD, el COMPROMISO, la VIOLENCIA, la HIPOCRESIA, lo AUTENTICO en palabras de la misma Billie Cody. Y sobre todo y ante todo el miedo al miedo y a sus gestores y el valor que se necesita para enfrentarse a ellos, para superarlo, para decidir y descubrir y ejercer, libremente, por ejemplo la propia sexualidad.
Por tanto, lo mismo da que estos personajes desarrollen su vida en Pocatello o en Tudela. Lo que "Ahora es el momento" nos cuenta es universal y aunque la accion esté instalada a finales de los 60, esta historia es muy oportuna para los tiempos que corren.

Y es que, hoy, todo lo que somos (para bien y para mal) se esconde bajo una apariencia de absoluta corrección y de hipócrita asepsia, bajo una alfombra de formalidad mentirosa que escamotea los conflictos hondos y profundos, que amaga y camufla lo que el hombre es capaz de hacer (para bien y para mal) y que le cambia de nombre a las cosas para desdibujar su realidad.
"Ahora es el momento" viaja 40 años atrás en busca de los valores de la rebelión, de la valentía y de la verdad y Tom Spanbauer nos los brinda de la manera más sincera y efectiva que se puede hacer trayéndolos de vuelta en el tiempo. Este libro, hoy, es una auténtica provocación, una patada en el estómago en contra de lo establecido, ahora, en pleno siglo XXI.

Sergio: te va a gustar
.

Vuelvo mañana